Lo que pasa en el campo

09/06

Algodón: la genética nacional, un logro de exportación

El INTA cuenta con más de 800 materiales coleccionados en el Banco de germoplasma y cerca de 30 variedades inscriptas de este cultivo identitario de la región noreste. 

“Nuestras variedades son un sello distintivo”. Así lo aseguró Mauricio Tcach –fitomejorador de algodón del INTA Sáenz Peña, Chaco– quien destacó la trayectoria de la experimental que cumple 100 años. “El Banco de germoplasma del INTA Sáenz Peña cuenta con más de 800 materiales coleccionados y más de 28 variedades inscriptas”, señaló orgulloso.

De acuerdo con Diana Piedra, directora del centro regional Chaco-Formosa del INTA, “la generación de tecnología para la cadena del algodón en el INTA, con materiales mejorados, nos permite mantener un permanente intercambio con los referentes de la cadena algodonera a nivel nacional en un ejercicio constante de escucha respecto a las demandas del sector”.

En esta línea, celebró la “constante búsqueda de materiales mejorados de manera tal de permitir mayores rindes, mejor calidad, mayor adaptación a nuevos sistemas de cosecha, una mayor facilidad en las operaciones que el productor realiza día a día en su campo, tratando de facilitar su vida en términos generales”.

Y no dudó en señalar que “este esquema representa lo que el INTA está llamado a hacer en cada uno de los territorios de las distintas regiones, fundamentalmente del interior: a partir de la identificación y priorización de demandas concretas por parte de productores y el resto de los actores del sector agropecuario, tratar de generar con los recursos disponibles la mejor oferta tecnológica que permita transitar permanentemente el camino de la innovación”.

Por su parte, Tcach dio un paso más y se refirió a la vasta trayectoria del INTA: “A lo largo de la historia, el INTA tuvo un rol fundamental en el mejoramiento genético y varietal del algodón argentino” con grandes aportes en el acompañamiento a la siembra directa y a la mecanización del cultivo. Porque, según explicó, al producir variedades más compactas se adaptaban mejor a la mecanización del cultivo.

Además, ponderó el aporte institucional en materia de resistencia a bacteriosis y a enfermedad azul, dos enfermedades de incidencia económica, la mejora en la calidad de la fibra y en los parámetros de productividad fundamentalmente. “El INTA logró grandes mejoras en el germoplasma en combinación con la adaptación a las latitudes de crecimiento, las latitudes en que estamos hoy produciendo en la Argentina”, aseguró Tcach.

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