El viaje de un padre: De transportista a productor ganadero por amor a su familia

El viaje de un padre: De transportista a productor ganadero por amor a su familia

La única certeza que podemos tener acerca de la paternidad es que padre no se nace, se hace. En ese camino, lleno de incertidumbres, se vislumbra el deseo, el esfuerzo y el amor de un padre. Conocé la historia de Alejandro Banegas.

No existe una escuela que enseñe a vivir, ni libros que expliquen cómo ser padres, son frases que hemos escuchado a lo largo de los años. Por lo que, el escenario de la paternidad se presenta en constante movimiento, un paso adelante y dos atrás. Alejandro Banegas, originalmente transportista, decidió en un momento bisagra de su vida, apostarlo todo por sus hijos. Apostarlo todo para fortalecer el vínculo con ellos.

Oriundo de Villa Ángela, provincia de Chaco, Alejandro -padre de 5 hijos- se dedicó exclusivamente al transporte, con una flota de camiones propios. Hace 4 años atrás, le tocaría transitar una época difícil y fue gracias a esa crisis que vio la oportunidad: “Vendí un camión y compré un campo chico. Y para mí era tomar agua, comer pasto. Después empezamos a interiorizarnos, a andar y a ver la genética”.

Así fue como creó la cabaña La Familia. Allí, su hermano y mano derecha trabaja en la administración y sus 4 hijos manejan el día a día del campo. Él no se siente un apasionado por la ganadería, pero sabe que sus hijos sí y eso fue suficiente para diversificar su negocio.

“Yo decidí invertir en lo que a ellos les gustaba, porque realmente es lo que el día de mañana van a seguir y lo que nos hace trabajar juntos hoy en día. Tenemos nuestras diferencias, por supuesto, porque a veces los chicos tienen otra forma de pensar, pero estamos juntos, en familia”, explica Alejandro, convencido.

Y agrega que él es quien “tira del carro, el que proyecta” y piensa las inversiones, y ellos están en el día a día.  Afirma que formaron un equipo.

No solamente un equipo familiar, sino también con profesionales externos, para que el negocio termine de cerrar: un veterinario, un genetista y una persona que cuida el campo.

“Hemos trabajado y las pasamos también, tuvimos piedras en el camino. Hoy ya hemos hecho un curso de cabaña, un curso de pastura, de inseminación. Uno de mis hijos, Lautaro, estudia Veterinaria. Estamos enfocados”, advierte Alejandro que, en la actualidad, además de tener su campo, ya pudo comenzar a alquilar algunos más.

El comienzo no fue fácil, pero ¿quién dice que lo es?

La cabaña La Familia comenzó con un lote de 50 Brangus negras. Sin conocer el negocio y lanzándose al vacío, Alejandro admite que “no fue fácil la entrada porque no sabíamos nada. Se te moría una vaca y no sabías por qué. Pero fuimos dando con la gente justa, con el veterinario justo, etc. Lo más importante en la ganadería, creo yo, es tener a la persona correcta que te asesore, que el chico que esté en el campo, en la cabaña, te cuide, que lo sienta; que lleven la camiseta del lugar en donde están trabajando”.

Con el tiempo y los tropiezos, la cabaña fue ampliando sus lotes y mejorando su calidad. El equipo que supo armar Alejandro fue clave. En el medio, aprovecharon para ponerse a prueba y darse a conocer a través de las exposiciones, ya que han participado del Mundial Brangus, de Las Nacionales y de Angus, con algunos de sus animales premiados en segundo puesto. 

Para Alejandro, quien adelanta que para el año que viene ya tiene buenos embriones, el desafío esseguir apostando a la genética, superarnos día a día y ser mejores. Aprender de las demás cabañas, porque de todas se aprende algo. En los eventos siempre me llevo una enseñanza. Es un espacio de encuentro, además de competencia. El solo hecho de estar compitiendo con mis animales, haya sacado o no el premio, ya es un logro”.

Por Antonela Schiantarelli

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