De periodista a enfermera, bombera y a hacerse cargo del campo de su padre, sin escalas

De periodista a enfermera, bombera y a hacerse cargo del campo de su padre, sin escalas

La vida de Magda Lühning es de lo más versátil y conmovedor que vas a conocer hoy. Viajaba por el mundo, su padre enfermó y no solo decidió quedarse con él, sino que además estudió Enfermería para cuidarlo, al tiempo que, junto a su madre y su hermana resolvían cómo continuar la cosecha que su padre había dejado a medio camino. Conocé su increíble vida en esta nota.

Comenzamos la charla virtual a las 8 am de Argentina, 21 hs. de Australia, porque Magda, de 33 años, trabaja actualmente en un campo de algodón en ese país. Luego de 12 intensas horas nocturnas de labor arriba de un tractor, Magda estaba sonriente y lista para la nota que estábamos por hacer. Su vida, como la de tantos otros que no conocemos, es una vida de búsqueda constante y de saber vivir 100% en el presente.

Magda nació en General Cabrera, Córdoba. Hija mayor de un matrimonio consolidado, su madre maestra, su padre dueño de un campo agrícola y su hermana, apenas unos meses más chica, finalizando sus estudios como Ingeniera Agrónoma; Magda se decidió a seguir la carrera de Ciencias de la Comunicación.

Hasta ahí, la vida de una recién egresada de la facultad que comenzaba a realizar prácticas profesionales, en este caso, en el Canal 13 de Río Cuarto. Hasta que decidió emprender su primer viaje: “Me sentí muy presionada con lo que es el medio y decidí dejar todo y me fui a Estados Unidos dos años. Mi abuela me cuestionaba: ‘¿cómo te vas a ir a trabajar de niñera dejando todo?’. Terminé ese trabajo, viajé como mochilera cuatro meses y luego volví al país, pero con muchas ambiciones de seguir viajando, aprendiendo idiomas y culturas”.

Magda regresó decidida a irse nuevamente, ya tenía pasaje a República Dominicana para hacer un voluntariado allí, pero el destino se impuso y hubo cambio de planes. El padre enfermó de cáncer y la evolución desfavorable fue muy rápida, en tan solo algunos meses. “Todos mis sueños se truncaron, fue un baldazo de agua fría. Un mes antes de irme tuve que decir, ‘no, esto yo no lo puedo hacer, me tengo que quedar’. Y estuve mucho tiempo al lado de mi papá, cuidándolo en todas las cirugías que tuvo, las internaciones, los rayos y la quimio. Ahí empecé a palpar muy de cerca lo que era la enfermería y dije ‘necesito tener las herramientas para intervenir más puntualmente en una infección, una vacuna, una punción o una canalización’ y pensé ¿por qué no aprovechar este tiempo y estudiar Enfermería?”, explica Magda.

La empatía por el dolor ajeno como motor de cambio: “Fue un proceso muy difícil, porque fueron muchas cirugías, ir y estar mucho tiempo en una clínica y a mí me daba mucha, mucha impotencia no poder estar haciendo lo que la enfermera le hacía a mi papá”, explica y agrega: “Me pasó muchas veces de que el respirador no funcionara y él tenía una insuficiencia respiratoria y yo quería asistirlo”.

Aprovechar cada minuto de la vida y si puede invertirlo en ayudar a alguien más, mejor; pareciera ser su manera de encarar la vida. Pero el destino, nuevamente, jugaba otra carta: “Fui a la Universidad a escondidas y en silencio me anoté el día que cerraban las inscripciones, luego le comuniqué a mi familia que iba a estudiar Enfermería, mi papá estaba contento de que yo iba a quedarme cerca estudiando y bueno, al día siguiente él fallece y es como que me dejó el camino librado a que yo pudiera estudiar sin la presión de tener que estar acompañándolo a él, creo”.

En ese momento, cuando quizás podría haber decidido abandonar y seguir viajando, ella decidió igualmente estudiar Enfermería y hacerse cargo, junto a su madre y su hermana, del campo de su padre: “Él hacía todo en su campo. Sembró la soja y el maíz para la cosecha 2018-2019 y falleció en la mitad del proceso. Nos quedó la otra mitad sin hacer”. Así que, manos a la obra, Magda, su madre y su hermana decidieron, luego de intentar manejarlo ellas, alquilar el campo.

Eran una familia muy unida, su padre les enseñó a usar todas las máquinas. Ella y su hermana sabían sembrar y cosechar, pero no se animaron a terminar la cosecha de su padre: “No podíamos arriesgarnos a perder lo que teníamos, que era nuestra economía. Si perdíamos, nos quedábamos fundidas directamente, porque no teníamos de dónde sacar dinero. Entonces salimos a buscar contratistas a último momento. Nosotras éramos nuevas en el rubro, no teníamos ni idea de quién podíamos llegar a salvarnos, pero bueno, sacamos las fuerzas de la galera y logramos cosechar”. Hasta el día de hoy tienen el campo alquilado, pero continúan yendo seguido.

Al mismo tiempo, Magda estudiaba Enfermería hasta que llegó la pandemia del Covid-19 y tuvo que terminarla virtualmente. “Me deslumbró. La verdad que no pensé que me iba a encantar tanto. Fue una pasión para mí descubrirla”, describe. Las prácticas las realizó en ese contexto, hisopó y vacunó a varias personas de su pueblo: “Fue un orgullo vacunar a mi mamá”.

Magda se define como una “apasionada del estudio”: “Me encanta estudiar, me encanta que me vaya bien en lo que hago, por eso lo hago con mucho más esfuerzo y dedicación”.

“De la comunicación pasé la Enfermería y entre medio estudié Bombero también. Durante la pandemia, en mi pueblo abrieron las inscripciones para que mujeres pudieran hacer el curso de bomberos en un cuartel y yo cuando me enteré dije ´¡ahí tengo que ir!´. Mi mamá se agarraba la cabeza”, cuenta y se ríe.

Luego de ese tiempo de parada obligada, de un mundo en pausa y lleno de incertidumbre, llegaría el momento de irse nuevamente y así fue. Con la experiencia y la tranquilidad de haber hecho “lo que tenía que hacer”, Magda armó la mochila y se fue para Australia.

Las enseñanzas de un padre, vaya donde vaya

Sin planearlo demasiado, Magda llegó a Australia hace unos pocos meses, gracias a una Working Holiday Visa. Allí ya trabajó en una heladería y en dos restaurantes. Actualmente, seguro estarán por adivinar, trabaja en un campo de algodón.

Vive a 5 minutos del campo y elige trabajar durante el turno noche, arriba de un tractor, como cuando era chica y junto a su hermana acompañaban a su padre al campo y manejaban sus máquinas.

Si bien sabe que el camino no es sencillo, ya que nunca estuvo en una plantación de algodón, Magda no tuvo ningún problema en aprender. Es más, es un desafío 100% hecho a su medida: “La jornada laboral es bastante extensa, son 12 horas de corrido y son turnos rotativos también, pueden ser de 7 am a 7 pm o en turno noche, viceversa. A mí me dicen ‘La Reina del turno de noche’, porque me encanta disfrutar de los cielos, son un show increíble”.

Lo que hacen allí es “trabajar con todo el sistema de riego que tiene el campo, que son canales que vienen de una represa enorme de agua (cada lote tiene 100, 200 hectáreas). Son 12 horas chequeando los niveles de agua de todos los canales y abriendo y cerrando mangueras. Luego de marzo, abril ya se termina el periodo de riego, porque la planta está lista para cosechar, entonces vienen aviones que con fertilizantes van secando la planta, distinto de lo que es la soja y el maíz que la planta se seca sola; acá el algodón se seca con químicos que le tira un avión. Entonces cuando ya está lista viene la cosechadora y nosotros en ese periodo trabajamos en tractores”.

Magda, que trabaja turno noche, asegura que le aburre cuando le dan tractores que no se rompen, porque son 12 horas que tiene que estar sentada arriba del tractor y a ella le “gustan más los tractores que se van rompiendo, porque una tiene que darse maña e ir aprendiendo a arreglarlos”.

Con todavía toda una vida por delante, Magda planea quedarse un tiempo más en esa aventura y luego, probablemente, regresar junto a su madre, su hermana y su pequeño sobrino. Todavía no sabe bien qué sigue para ella, pero de seguro será aventurarse en nuevas experiencias que le permitan aprender, crecer y ayudar a los demás: “Deseo poder combinar todo lo que sé. Me encanta adquirirlo para mí, pero que quede todo encerrado en mi cuerpo, es un desperdicio. Necesito encontrarle la vuelta para que alguien más salga beneficiado con lo que sé. No le encuentro la forma todavía, pero sé que en algún momento se va a dar”.

Por Antonela Schiantarelli

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