Vendieron todo para construir su panadería y hoy es un éxito

Vendieron todo para construir su panadería y hoy es un éxito

Augusto Palombi, oriundo de la localidad bonaerense de Verónica, ganó el Primer Campeonato Nacional de Pan Dulce. ¡No te pierdas su historia!

Verónica es una localidad del partido de Punta Indio, en la provincia de Buenos Aires. Se encuentra a 140 km de la Ciudad de Buenos Aires. Es la cabecera del partido y se caracteriza por su tranquilidad y su entorno natural, rodeada de campos y arroyos.  En ese ambiente, Augusto Palombi, fue amasando su futuro, conociendo cada rincón de la cuadra en una danza silenciosa que comienza mientras las sombras de la noche se desvanecen, y las manos del panadero dan vida a la masa que descansa y sueña durante la madrugada.

“Nuestra panadería se llama Nemo. Y el nombre está relacionado con el pasado de mi familia, que eran pescadores y tenían una pescadería con ese nombre. A mí no me gustaba la pesca y quería que mi viejo salga de ese mundo, porque siempre lo veía mojado, incluyendo los días de mucho frío. Entonces, como a mí siempre me gustó lo que era la panadería,  fui aprendiendo y un día decidí cambiar una moto que yo tenía por una máquina de hacer churros y ahí arrancamos”, explica Palombi.

Y agrega: “No me olvido de la primera noche que estuve probando la elaboración una y otra vez hasta que dí con el sabor y la textura que quería. Armé bolsitas con churros y las distribuí gratuitamente entre las panaderías para ofrecerles ser su proveedor. Fue genial. No dábamos a basto proveyendo a los locales”. 

En ese camino de humildad y paciencia nos cuenta: “Decidimos vender todo lo que teníamos en mi casa y arrancamos de lleno con la panadería. Tuvimos un buen arranque, a la gente le gustó y el primer año me acuerdo que ganamos el primer premio al joven emprendedor del pueblo”.

El panadero es un artista, un alquimista de sabores y texturas que convierte los simples ingredientes en obras maestras comestibles. Por eso, Palombi comenzó en las primeras fiestas de fin de año a elaborar los primeros pan dulces. “Debo admitir que no eran lo que son ahora. Escuché las opiniones de la gente y las de mi familia y desarrollé otra receta usando las mejores materias primas del mercado. Y después del tercer año nos anotamos en el Campeonato de Pan Dulce. Llegué con mi padre cuatro horas antes del horario de apertura del certamen. Ya ser parte de ese campeonato me pareció maravilloso. Pero cuando el jurado eligió mi pan dulce genovés salté de felicidad. Sentí una alegría por mí, por mis padres, por mi abuela que, desde chiquito, me había bancado todas las experiencias en la cocina”, concluye.

En su santuario, la panadería, Augusto Palombi se convierte en un narrador de sueños y deseos hechos con harina. Sus clientes no sólo vienen a buscar el alimento que nutre el cuerpo, sino también el consuelo que acaricia el alma. Las sonrisas de satisfacción en sus rostros cuando prueban las creaciones recién salidas del horno son la recompensa más dulce para su dedicación.

Por Sergio Romano

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