“El turismo rural no es para la foto, es para vivir la experiencia”

“El turismo rural no es para la foto, es para vivir la experiencia”

Visitar las comunidades locales insertándonos en su vida cotidiana, compartiendo sus actividades productivas y sus costumbres, permite un intercambio económico y cultural que impacta positivamente tanto en los turistas como en quienes los reciben.

El turismo es, sin dudas, el motor de las economías regionales, ya que promueve no solo su desarrollo económico y social sino también el empoderamiento de las comunidades y sus habitantes. Esto es algo que Bettina González lo sabe muy bien porque desde hace 22 años lo pone en práctica desde su agencia de turismo Boomerang Viajes, la primera agencia en Argentina que trabaja desde el Turismo Solidario y Sostenible y la primera también en recibir la certificación como Empresa B por su compromiso de medir su propio impacto socioambiental, el de los proveedores y el de los clientes desde que se comienza a gestionar un viaje hasta que se concreta.

Con el foco puesto en priorizar el Triple Impacto: socio-cultural, ambiental y económico, en todos sus ámbitos de acción (la empresa, las comunidades, el turista, los proveedores), Bettina lleva adelante distintas propuestas que permitan preservar el medio ambiente, revalorizar las culturas locales y contribuir a la distribución económica y al desarrollo humano integral. Desde la agencia acompañamos el desarrollo y crecimiento económico de pequeños emprendedores a través de nuestros partners en cada comunidad, que son los que día a día realizan la mayor labor”, dice.

De esta forma, fue trabajando con la visión del Turismo Solidario como modo de vivir la sostenibilidad, lo que implica “generar inclusión y distribución equitativa del gasto turístico, identificar zonas poco desarrolladas, pero con alto potencial turístico y facilitar el intercambio entre culturas y comunidades, y preservar el medioambiente”. Es una forma también de fomentar el arraigo de los habitantes, principalmente de los jóvenes, en sus comunidades.

Dentro estas experiencias se encuentra el turismo rural que, como su nombre lo indica, es el que se desarrolla en áreas rurales. “En Argentina inicialmente se hizo en la región pampeana vinculado a estancias turísticas con experiencias gauchas. A partir de un desarrollo turístico a nivel nacional se le fue dando espacio en otros contextos que tenían que ver con la experiencia de pequeños productores y emprendimientos. Es ahí, con la llegada del nuevo mileno, cuando comienza lo que hoy llamamos turismo rural”, cuenta.

Se trata de vivir una experiencia auténtica, compartiendo las actividades cotidianas con los habitantes del lugar, generando un intercambio cultural e incluso alojándose en sus casas. De esta forma, las propuestas incluyen participar en el cultivo, la cosecha o la recolección, por ejemplo, de uvas, tomates secos, habas o frutas, que luego son utilizados para la elaboración de las comidas que los turistas compartirán junto a los locales. “Son actividades participativas de la vida cotidiana en la zona rural” describe Bettina al tiempo que afirma que quienes eligen este tipo de turismo buscan vivir experiencias locales.

Si bien el turismo rural puede vivirse a lo largo de toda la Argentina, es en el norte donde más se está desarrollando actualmente. Allí, se puede conocer sobre el cultivo del chilto en las Yungas jujeñas, su estacionalidad y los diferentes usos; así como compartir unos días con los productores y artesanos que forman la Red Turismo Campesino en los Valles Calchaquíes quienes ofrecen una experiencia vivencial en alojamiento familiar, con gastronomía típica, aprendizaje de oficios artesanales, caminatas y paseos a caballo.

La propuesta turística se concibe desde el concepto de que la agricultura es la actividad primaria y a partir de allí las comunidades son visitadas con la prioridad en el cuidado de la tierra y el respeto por la biodiversidad”, dice la directora de Boomerang Viajes, quien constantemente trabaja para identificar los establecimientos donde se elaboran productos locales y acercarles así la propuesta de compartirlo con los turistas para sumar esta actividad como un nuevo sustento económico. “Es importante que sean lugares o comunidades que rescaten su identidad, que trabajen allí sus productos y para ello vamos previamente a conocerlos y hacemos un trabajo en formación de servicios”.

Las claves para un turismo rural sostenible

Para que el turismo rural sea realmente sostenible, no basta con que los prestadores garanticen que “los servicios ofrecidos en la cadena de valor turística son producidos localmente dentro del concepto de comercio justo valorizando al productor local, o que asuman acciones medioambientales como el tratamiento y gestión de residuos, eficiencia energética, niveles de consumo de agua, parámetros de accesibilidad, etc.”, sino que los turistas también deben visitar los lugares con responsabilidad y, para ello, Bettina González recuerda algunos tips que se deben aplicar para ser parte de la sostenibilidad:

-Comprar artesanías y productos fabricados en la zona para apoyar la economía del lugar.

-Respetar los precios fijados, que son producto de un trabajo consensuado y con criterios de comercio justo.

-No comprar productos elaborados a partir de plantas o animales en peligro de extinción.

-Ayudar a conservar el entorno natural.

-Usar de un modo responsable los recursos (agua, energía) evitando derroches.

-Evitar el uso de plástico, utilizando por ejemplo botellas de agua recargable.

-Limitar la producción de residuos y ubicarlos en el lugar indicado para tal fin.

-No molestar a los animales.

-Respetar las indicaciones de los guías baqueanos durante las actividades.

-Reducir la cantidad de traslados gestionando mejor la programación de un viaje, siendo conscientes de realizar la menor emisión de gases de efecto invernadero a través del transporte.

En definitiva, el turismo rural es el contacto con la naturaleza, con la agricultura, con las diferentes producciones y culturas locales. Por lo tanto, “se debe pensar la vivencia como un espacio con un tiempo determinado, no es me saco una foto y me voy”, afirma Bettina González al tiempo que sentencia: “No es un turismo para la foto, es un turismo para la experiencia”.

Por Paola Papaleo

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