Transformó un campo ganadero en agrícola con manejo conservacionista

Transformó un campo ganadero en agrícola con manejo conservacionista

Un productor argentino radicado en Uruguay conduce los cultivos que mejoran la rentabilidad y la estructura del suelo. Conocé su historia en esta nota.

“En este ambiente los suelos resultan muy parecidos a los de la provincia de Entre Ríos, son vertisoles, es decir pesados, arcillosos. Además, la topografía ofrece pendientes que van desde el 3 al 5%, es decir algo pronunciadas. Trabajamos con nuestros propios equipos, en terrazas de base ancha por lo cual son sembrables”. Así se expresa desde Paysandú, en la República Oriental del Uruguay, Ignacio Sáenz, quien trabaja en la zona a la cual arribó desde Argentina en el año 2009 con 27 años de edad.

Las rotaciones fluyen de manera que, si se hizo soja, al año siguiente se hará maíz, e intercalado hacemos un cultivo de cobertura o trigo. Los cultivos de cobertura son vicia villosa como antecesor de maíz y centeno antes de soja, dice Ignacio.

Y agrega que los rindes en trigo van de 3.000 a los 4.000 kg/ha, en soja entre 3.500 a los 4.000 kg/ha, «claro que, de ser un año sin buenas lluvias durante el llenado de grano, los rindes suelen ser 2.900 kg/ha en soja. Y en maíz, se logran a cosecha, entre 6.000 a 8.000 kg/ha más o menos”.

Al principio el campo era ganadero y se fue volcando lentamente a la agricultura con un poco de trigo, girasol y sorgo. El cambio comenzó con mi llegada. Primero comenzamos con 120 hectáreas de soja, y luego sumamos la producción de maíz, para dejar de lado el girasol y sorgo por el problema de los pájaros. Recuerdo que la paloma y la cotorra causaron impresionantes destrozos en esos cultivos”. 

El manejo es todo en siembra directa y las pulverizaciones y fertilizaciones se hacen con maquinaria propia. La pulverizadora es un modelo de arrastre con tractor, con barral de 32 m de ancho de trabajo. También tenemos una fertilizadora con sistema de distribución por platos que entregan anchos de trabajo de 28 metros con urea y 32 metros en materiales con mayor peso. Para las 630 hectáreas de agricultura que manejamos, esos equipos se ajustan perfectamente a nuestras necesidades”, detalla Ignacio.

Para siembra cuentan con una sembradora con dosificación neumática, de 10 surcos a 52,5 cm con la que siembran soja y maíz, y para los cultivos de invierno una monodisco y dosificación a chorrillo de 24 líneas. En lo que hace a fertilizantes, aplican urea para aportar nitrógeno, a razón de 150 kg/ha con dos fertilizaciones por año. También usan súper fosfato triple, en dosis de 150 kg/ha y al voleo entre 3 y 4 meses antes de la siembra de fina.   

Los operadores de equipos somos tres con mi hermano y un colaborador, que nos subimos a los tractores de acuerdo a los planes de trabajo y a cómo organizamos los turnos. En realidad, son equipos muy amigables además de que nos mantenemos actualizados con la información que recibimos de la fábrica”.

Tienen prácticamente 200 hectáreas con terrazas en los lotes con mayores pendientes, condición que permite sembrarlas, ya que el gobierno aplica la ecuación universal de pérdidas de suelo, en la que se incluyen, entre otros factores, los rastrojos y la pendiente, y de allí resulta que se puede hacer agricultura o no. “Y por eso, en algunos lotes podemos sembrar en función de las terrazas, en la zona somos unos de los pocos que las tenemos con base ancha, lo cual las hace sembrables”, consigna.

Construir las terrazas les llevó dos años con el trazado de un agrimensor. “En el primer año hicimos 100 hectáreas y en el segundo, el resto. No resultó un trabajo complicado, pero lo hicimos en dos años debido a la inversión de dinero y tiempo que significaron. Fue algo fuerte, con lo cual se buscaron los momentos oportunos para su construcción”.

Es un proyecto que va dando sus resultados, lo cual se nota en el suelo que está muy bien estructurado, fruto del tiempo dedicado a los rastrojos y los cultivos de cobertura. Sigo las prácticas y tendencias tecnológicas que se dan en Argentina, con máquinas de mi país, más allá que hay muchos equipos de otros lugares del mundo, concluye Ignacio Sáenz.   

Por Juan Raggio

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