Las hermanas Aiassa, una yunta apasionada por la genética
Herederas de una pasión ganadera familiar, comenzaron con la cría de Hereford y hoy, motivadas por la constante innovación, son las primeras cabañeras en producir genética Seneford.
María Julia y Virginia Aiassa nacieron y crecieron en el campo, jugando entre los ejemplares de Holando que criaban su abuelo y su padre Orlando quien, sin hijos varones, entendió que serían ellas las que continuarían con la tercera generación de familia ganadera.
Si bien María Julia recuerda que “años atrás, para ese traspaso generacional, se pensaba que si no había un varón que esté continuando, parecía que la empresa no tenía futuro”, cuando se las destaca por dedicarse a esta profesión, aclara: “Creo que no somos nada raro, hay muchas mujeres que están involucradas en empresas agropecuarias, hoy hay mujeres que son hermanas, madres o hijas que continúan esa actividad. Es mucho más sencillo, no necesariamente hay que vivir en el campo. La mujer puede aportar desde distintos lugares”.
Una buena Yunta
Desde hace más de dos décadas, las hermanas Aiassa integran la Cabaña familiar La Yunta, ubicada en la localidad de San Eugenio, a 10 kilómetros de la ciudad de Gálvez en la provincia de Santa Fe, de la cual ya hace varios años están al frente con el constante acompañamiento de su padre.
El nombre de la cabaña fue una sugerencia de papá Orlando “porque nos ve a nosotras como una buena yunta para continuar esto”, cuenta María Julia. Así, iniciaron con el desarrollo de genética santafesina, como la llaman, con el objetivo de conseguir animales que sean capaces de lograr adecuados índices de conversión y desarrollo en los ambientes más exigentes.
Con toda la confianza y la experiencia que les transmitió y aún les transmite su padre que “está en plena actividad”, las hermanas Aiassa se enfocaron en la cría de raza Hereford puro de Pedigree. “Trabajamos focalizadas en la genética y en su mejoramiento”, dice Virginia y confiesa que todavía le “parece mágico pensar un animal y después poder llegar a verlo en el campo”.
Al escucharla, su hermana ríe y reconoce que, en ese sentido, “La Yunta no tira parejo: Virginia heredó de mi padre esa capacidad de ver y proyectar los animales. Y yo voy más para el lado de la organización empresarial”. Sin embargo, no duda en afirmar: “Hacemos un buen equipo”.
Pioneras e innovadoras
Observando que la actividad ganadera se está desplazando cada vez más hacia zonas más rústicas o marginales, lo que “provoca una disyuntiva entre rusticidad o mantener características como la mansedumbre, calidad de carne, fertilidad o precocidad”, quisieron “buscar más opciones para el productor y el criador, en función de los nuevos desafíos que iba planteando la actividad ganadera”, como expresa Virginia.
Así, con el foco puesto siempre en agregar valor a la actividad ganadera, las cabañeras Aiassa se convirtieron en las primeras criadoras del país en inscribir animales puros de Pedigree media sangre Senepol/Hereford en los registros genealógicos de la raza Seneford de la Sociedad Rural Argentina en enero de 2021. A su vez, comenzaron a proyectar su propia base Senepol Puro de Pedigree, sobre la cual se gestarán los futuros Senefords de La Yunta.
Para Virginia “es fundamental como cabaña ofrecer soluciones basadas en la genética donde el productor no tenga que rescindir una cosa en pos de la otra”. Tomando la experiencia que se estaba haciendo en otros países, como Brasil o Uruguay, trabajaron para conseguir animales que sean capaces de producir carne de calidad, con un buen índice de preñez. “Los animales son sumamente precoces en cuanto a la edad en la que entran en producción. Estamos viendo en el campo que en las hembras fundamentalmente se reduce mucho el tiempo entre partos, sin necesidad de realizar un destete precoz”, describen.
Con bajos requerimientos nutricionales, los Seneford heredan la tolerancia al calor de la raza Senepol, por lo que “permiten tener un animal de pelo corto, adaptado a esas temperaturas más elevadas”, afirman. “Lo novedoso es que es algo alternativo a la oferta genética que existe”, resalta María Julia, quien no duda de que “la ganadería en Argentina va a necesitar cada vez más ir moviéndose a ambientes más rústicos pero a su vez sin dejar de ganar en tasas de procreo. Argentina tiene muchísimo por trabajar en porcentaje de preñez, de destete, por lo que esto de ir buscando distintas alternativas a través de la genética, es un aporte”.
Nueva ganadería desde la genética
Para las dueñas de La Yunta, el campo está avanzando hacia una nueva ganadería incentivada por los avances en la genética. “La genética de Argentina siempre fue muy valorada. Creo que está todo como para que se pueda comenzar a exportar sobre todo desde las pequeñas empresas, pero también a nivel nacional el consumo de la genética ha evolucionado mucho y el productor está más atento a su incorporación”, asegura Virginia.
En ese sentido, agrega que “en los últimos años ha habido una inyección de tecnología en la ganadería, sobre todo después de la pandemia con su implementación en los controles o monitoreo en el campo, con las distintas técnicas de inseminación y trasplante embrionario, o el trabajar con genómica”. Asimismo reconoce que, dado que en la ganadería son animales vivos, “hay que verlos crecer y aprender de la experiencia de quienes lo hicieron sin esa tecnología”.
Se trata de “capitalizar el empuje de las nuevas generaciones ensamblándolo a la experiencia de quienes nos precedieron”, resume Julia para quien “hoy hay una buena respuesta de las nuevas generaciones, pero las más tradicionales también sorprenden. Es un sector que no se queda atrás. Sabe que son tiempos largos, que hay que tener paciencia, perseverancia, por lo tanto cuando se apuesta se debe hacer sobre lo firme, no se puede improvisar”.
La pasión se hereda
La cuarta generación ganadera de la familia Aiassa ya tiene nombre y se llama Sara, la hija de María Julia que hoy tiene 11 años. Si bien siempre le inculcan la libertad de elegir para su futuro lo que realmente desee, hay un legado del que no puede prescindir: “Que su motor sea la pasión por lo que haga”, destaca su madre.
Así como su mamá y su tía correteaban de pequeñas entre los animales del campo paterno, Sara “está súper involucrada y veo en ella la proyección de cómo nos sentíamos nosotras a su edad. Es parte de ese traspaso generacional que se va dando de forma muy natural en las empresas familiares del campo. Le encanta la actividad porque la empezó a vivir desde muy pequeña”, expresa con orgullo María Julia. Además, como no podría ser de otra manera, “está recibiendo todo el aprendizaje de su abuelo Orlando” quien le transmite, como lo hizo con sus hijas, principalmente la paciencia, la templanza y la pasión como los tres ingredientes esenciales para llevar adelante esta vocación.
Claro que también recibirá ese camino allanado por el cual las mujeres en el campo ya no están relegadas a tareas menores sino que ocupan lugares creativos y productivos desde los cuales realizan su aporte. “Al inicio quizás una se sintió más bajo la lupa, como teniendo que demostrar un poco más que los hombres, pero con el correr del tiempo eso se fue cambiando. Ahora pasa más por la capacidad o la idoneidad para ocupar un determinado rol que por el género”, afirma Virgnia destacando la “adaptación mutua de las mujeres que entendieron cómo relacionarse e integrarse al trabajo, y de los hombres en cuanto a las formas de comunicarse”. Como reflexión, ambas hermanas coinciden en el deseo de que “este ensamble se pueda dar en todos los ámbitos, no solo en la ganadería. El país necesita de esta tolerancia, de aceptar puntos de vista distintos. Se trata de sumar, de complementarse, no de correr a nadie de su lugar”.
Por Paola Papaleo
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