Una reliquia familiar: la desnatadora
La semana de mayo me conecta con la historia de nuestro país y también con una pregunta: ¿cuánto de la historia de nuestras vidas sabemos y recordamos? La desnatadora es una máquina centenaria que representa, en parte, de dónde vengo. ¿Cómo llegó esta reliquia a mi familia?
Algo innato de la historia, es que si no la escribimos o no la contamos hasta asegurarnos de que alguien nos escucha, se pierde. Esto ocurre con la historia de la llegada de esta máquina a mi familia. Fue en la década del ‘40, quizás en 1944 o 1945; quizás también, el nono Juan la compró en la zona de Villa del Tránsito, en Córdoba.
Que la compró el nono Juan es seguro, y que la trajo hasta La Tordilla también. Uno de sus hijos, mi tío abuelo de 90 años, Elbio, me cuenta: “Era usada, pero andaba muy bien. Esa máquina hoy debe tener 100 años, yo habré tenido 10 o 12 cuando la trajo mi papá”.
La desnatadora es una máquina manual que sirve para obtener crema de leche. Su función principal es la de separar la grasa que contiene la leche, de la leche misma; esa grasa es la crema. Ésta en particular, es marca Deering, y llegó a Argentina desde Estados Unidos.
La usaban cotidianamente en aquellos años ’40. Sacaban leche del tambo y la desnataban, a la crema la usaban para consumo propio, para preparar la Bagna cauda en Semana Santa y, especialmente, para hacer manteca. “Ahora es fácil hacer la manteca, con la batidora…”, me dice el tío. “Nosotros la hacíamos con el tenedor, la hacíamos entre todos, tenías que batir una hora… y darle, darle, darle. Ahora en un ratito se hace, pero con el tenedor… ¡Cómo comíamos manteca!”.
Hacer la crema era tarea de los más chicos de la casa, la hacían a la mañana, en el patio, afuera; al frente de la casa de campo en la que vivían. “Vos hubieras visto la crema que salía…” recuerda, y tengo que admitir que creo saber cómo era esa crema.
La desnatadora sigue en casa y funciona. Sobrevivió a las décadas y a algunos períodos de inactividad y abandono. Casi se pierde con su historia, pero se la rescató.
El funcionamiento
El proceso comienza con la puesta a punto de la máquina. El contenedor de la leche, los discos y los receptáculos de la leche y la crema deben estar limpios (por supuesto), y en equilibrio. Esto último es, sobre todo, para los discos, que si no están bien colocados se sacuden provocando mucho ruido y vibraciones, lo que los desgasta inadecuadamente.
La leche a procesar debe estar preferentemente tibia, para que el proceso de separación de la nata sea más rápido. Se la coloca en un recipiente superior que tiene una capacidad de 15 litros, y posee una canilla pequeña a través de la cual la leche baja al sistema de separadores troncocónicos (los discos). Lo ideal, es que la leche caiga lentamente, es decir, que la canilla esté apenas abierta; de esa forma, se puede extraer un porcentaje graso mayor.
Para que la desnatadora comience a funcionar y la leche que se vierte a los discos sea procesada, se debe accionar una manija, que necesita girarse con cierta fuerza, a un ritmo constante. La misma, se conecta a unos engranajes que multiplican la velocidad del sistema de separadores troncocónicos, que centrifugan la leche y se encargan de separar la crema.
Originalmente, la manija tenía una campanita que sonaba constantemente, mientras se girase a la velocidad correcta. Esa pieza, es la única que se perdió en estos 70 años. Elbio, la recuerda: “Si bajaban las revoluciones, ya no tocaba. Cuando sonaba, era justa la velocidad. Nos íbamos turnando porque nos cansábamos, había que darle con la manija, y era pesadita…”
La obtención de crema, al comienzo, no es inmediata; se necesitan unos 5 minutos de trabajo hasta que las primeras gotas de crema comienzan a caer. En esos 5 minutos, se hace girar la manija unas 300 veces, ya que la velocidad correcta de trabajo requiere de una vuelta por segundo. Por eso no debe pasar desapercibido que la desnatadora es manual, se necesita de cierto esfuerzo físico para hacerla funcionar.
Al pasar por el sistema de discos, la leche se divide: la crema va hacia el receptáculo de la crema, y a través de una boquilla cae al recipiente que coloquemos para almacenarla. La leche desnatada recorre el mismo camino, va al receptáculo que le corresponde y también es almacenada en un recipiente.
A esa leche descremada se la puede consumir como lo haríamos con la leche entera, o, como el Tío Elbio cuenta, se la podría devolver al tanque o a los tachos, con el resto de la leche, como hacían ellos.
Con 15 litros de leche, se obtienen unos 585 gramos de crema; en este caso, a la leche se le extrajo un 3,9% de grasa. A esa cantidad de litros, se la procesó en 30 minutos.
Cuando la tarea termina, se debe lavar la máquina. “La lavábamos nosotros a la desnatadora”, cuenta el tío Elbio, refiriéndose a él y sus hermanos. “La desarmábamos, le sacábamos todos los discos y la lavábamos. Había que secarlos bien para que no se oxiden; era lindo en los días de calor, porque poníamos todo en una mesa al sol para que se seque bien”.
“¿Están muy gastados los platos?”, me pregunta, refiriéndose a los discos. Le digo que sí, que están finitos pero funcionan bien, que nosotros también los secamos al sol. Me sonríe. Creo que se alegra porque esta historia y esta máquina, no se van a perder, ni olvidar.
Por Natalí Ruatta Contigiani
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