La escuela rural que celebra 100 años

La escuela rural que celebra 100 años

En el paraje Cabituyo, en la provincia de Córdoba, la Escuela Cecilia Grierson cumplió 100 años. La historia de esta escuela rural es la de tantas que se desparraman entre los campos de nuestro país, rodeadas de calma, viendo jugar y aprender a decenas de niños que disfrutaron y crecieron y disfrutan y crecen entre sus aulas. 

“El corazón de esta escuela comienza a latir en el año 1924, después de que varias familias de la zona sintieran la necesidad de darles a sus hijos una educación digna que les asegurara un mejor futuro”, se lee en las páginas que cuentan la historia de los comienzos de la Escuela Cecilia Grierson, de Cabituyo.

Cabituyo es un paraje en el que la escuela es la única protagonista y la historia también cuenta que “cabituyo” significaba “palo-corto para los indios de la zona. A este lugar silencioso, en el medio del campo, se llega por 11 kilómetros de camino de tierra desde la ruta más cercana, la E-52, que conecta Arroyito y La Tordilla, en la provincia de Córdoba.

El recorrido de la escuela hasta llegar a este punto, comenzó oficialmente, en 1924, cuando en un galpón que estaba en el patio de la casa del Sr. Matheo Miretti y su familia, la entonces llamada “Escuela Nacional N° 233” comenzó a funcionar. A ella asistían los hijos del dueño de casa y también los de las familias vecinas, que en general habían llegado al país desde el extranjero, durante las décadas anteriores.

Hasta llegar a ese hito, que fue abrir la escuela, en la zona, las familias acostumbraban a contratar a algún maestro o maestra de forma particular, que le enseñaba a un grupo de niños. Los mismos padres eran quienes luego gestionaban en los organismos gubernamentales correspondientes la apertura de las escuelas rurales, que en este caso llegó a hacerse realidad en agosto de 1924.

La Escuela Nacional N° 233 comenzó sus pasos bajo la dirección de la Sra. Benilde Ferrari de Zapata como personal único, quien tuvo un gran desafío: enseñarles a los niños el castellano. Como la mayoría de los estudiantes eran hijos de familias que emigraron desde Italia, hablaban los dialectos de la tierra de la que venían sus padres y, por eso, la docente antes de enseñarles a leer y escribir, tuvo que presentarles la lengua de estas tierras.

Con los años, Don Matheo Miretti mandó a construir, también en el patio de su casa, un edificio que fuese especialmente para la escuela. La Escuela Nacional N° 233 se trasladó a ese lugar que “contaba con las condiciones mínimas necesarias para funcionar como un local escolar” en el año 1933. Los descendientes de Don Miretti fueron quienes donaron luego 1 hectárea de terreno “para la construcción de un edificio escolar adecuado a los requerimientos que en el momento tenía la comunidad, lugar donde hoy se levanta la escuela Cecilia Grierson”.

“En 1982 se construye el nuevo y actual edificio escolar que fue inaugurado en el mes de marzo de ese año, recibiendo el nombre de Escuela Cecilia Grierson en homenaje a quien fuera la primera médica Argentina. Desde el 15 de marzo de 1982, la Escuela N° 233 funciona en el nuevo edificio con el nombre de Cecilia Grierson”. 

La escuela tiene dos aulas, una más amplia y otra más pequeña, los baños para niñas y niños en el patio y un salón de usos múltiples en el que se realizan los actos escolares y actividades compartidas con otras escuelas rurales de la zona. Parte del edificio escolar son también una habitación, una pequeña cocina y un baño, que eran la “casa” donde la maestra podía quedarse de lunes a viernes o durante algunas semanas. Estas instalaciones eran habituales en las escuelas rurales y necesarias, dado que, en la mayor parte de los casos, la “señorita” no era de la zona y el trasladarse a diario no era tan accesible como lo es ahora, por eso se quedaba en la escuela.

Andrea Bocco es la Directora y Maestra de la escuela desde hace 10 años. Llega cada día desde la ciudad de Arroyito a darle clases a 5 niños, “son dos de primario y tres de jardín”, cuenta Andrea. Si bien la escuela tiene dos aulas, por la cantidad de niños se utiliza solo una: “Como somos poquitos estamos todos juntos, aparte es mejor para verlos. Cuando estaba Laurita, que había más chicos, sí los separaba, primer ciclo en un aula y segundo ciclo en la otra”. “Laurita” es Laura Galaverna, la señorita que dio clases en la escuela los diez años anteriores a la llegada de Andrea. 

Andrea es personal único, es decir, es la única maestra en la escuela que dicta clases para todos los grados, de lunes a viernes, brindándole a sus estudiantes los contenidos de las materias troncales. A finales de los ’80 y principios de los ’90, cuando la escuela tuvo un mayor número de estudiantes, dictaban clases dos maestras, una a los grados inferiores y otra a los superiores.

“Nunca tuve otra maestra, siempre fui personal único por la cantidad de chicos, soy Directora y maestra, doy todas las materias: Ciencias Sociales, Ciencias Naturales, Lengua, Matemática y Música, no soy señorita de música pero ahí vamos”, dice Andrea sonriendo, y continúa, “Identidad y Convivencia y Ciudadanía y Participación para segundo ciclo también. Tenemos Jornada extendida desde el 2019, donde también se da Inglés y Expresión Artística. Soledad Ardiles da inglés, y desde hace poquito da Expresión Artística Camila Juárez. Este año se empezó a recibir a niños de 3 años también, tengo un alumnito de 3 que viene acompañado de su mamá”.

Las clases en la escuela son de 8:30 a 12:30 y los tres días que tienen jornada extendida salen a las 14:30. A media mañana toman el té y al mediodía, los días más largos, toman la colación. Tienen dos recreos de 15 minutos o uno largo de 30 minutos. “En el primer recreo o el más largo toman el té y después salen un ratito a jugar afuera, porque sí o sí salen un ratito afuera”.

En la zona del patio hay hamacas, un tobogán, una gran cancha de fútbol y también los baños y el Salón de usos múltiples. “El salón se usa para realizar los actos, el bingo y el campeonato de truco para recaudar fondos que se realiza una vez al año, y también cuando realizamos los encuentros con las otras escuelas rurales de La Tordilla, la Escuela Francisco P. Moreno de Colonia Coyunda, San José de Calasanz de Tordilla Centro y Juan José Paso de Pozo Salado. En agosto para el día del Niño y en septiembre para el día de la primavera solemos juntarnos, vamos alternando las escuelas, un año le toca a una, después a otra. Este 27 de septiembre vamos a la Maratón de Lectura en la escuela de Tordilla Centro”, cuenta Andrea. Esas jornadas son muy especiales para los niños y niñas porque comparten actividades con más estudiantes que viven la educación de la misma forma que ellos, rodeados de campo, compartiendo aula y señorita, en contacto con la naturaleza.

Una realidad de las escuelas rurales es que, con los años, los campos se fueron quedando con menos gente por el cierre de los tambos, y, en consecuencia, las escuelas cada vez tienen menos chicos. Andrea cuenta que el año pasado tuvo un solo estudiante, y, debido a esto, la escuela corrió el riesgo de cerrar. Esta es una realidad sobre la que las escuelas de campo se balancean año a año. Emir Noriega, vecino de Toro Pujio, cuyas hijas fueron a la escuela rural Francisco P. Moreno de Colonia Coyunda, cuenta que este año esa escuela cumple 90 años y los van a celebrar: “Porque, ¿va a haber alguien para los 100 años? ¿La escuela va a estar abierta?…”.

Mientras tanto y con alegría, compromiso y esperanza, estas escuelas siguen enseñando, formando y acompañando, a los pocos o muchos niños que llegan desde los campos cada mañana a sus aulas

La celebración del centenario de la Escuela Cecilia Grierson será el sábado 14 de septiembre, con un acto por la tarde en la escuela y una cena en la localidad de La Quemada.

Celebrar 100 años de educación, 90 años, o 50, es honrar la noble labor de las familias que lucharon por crear estas escuelas en primer lugar, y por mantenerlas en condiciones para que nada les falte a sus niños en la actualidad. Es honrar a las maestras y los maestros que dejaron y dejan en las aulas y en las vidas de cientos de niños los conocimientos que les permiten crecer. 

Es honrar a esos niños, que aprendieron a leer, escribir, sumar y restar, y que jugaron y juegan y suben y bajan la bandera del mástil cada mañana y antes de volver a sus casas. 

Ojalá siga habiendo escuelas rurales para los niños del campo del futuro. Ojalá las escuelas de campo nunca dejen de celebrar.

Por Natalí Ruatta Contigiani

En caso de replicar este contenido en su totalidad o parcialmente, por favor citar como fuente a www.expoagro.com.ar en el primer párrafo y al final de la nota.

Compartir