Una familia con ADN manisero
Desde General Cabrera, en la provincia de Córdoba, los Cavigliasso revolucionaron la industria con su variedad de productos de la marca Maní King. Producen 140 mil toneladas al año, exportan a más de 40 países y se ganaron un lugar en las góndolas argentinas.
En Argentina desde hace unos años el maní tiene nombre propio: Maní King. Así es como desde 2010 se conoce a la línea de productos que la empresa Prodeman comenzó a comercializar en el mercado interno e internacional, luego de 26 años de dedicarse a la exportación de maní a granel. Actualmente producen 140 mil toneladas al año de maní en caja y exportan a más de 40 países, siendo uno de los principales impulsores del desarrollo del sector manisero en el país. Pero nada de esto es casual y la historia de este recorrido comienza muchos años atrás en el pequeño pueblo de Colonia Dolores, en la provincia de Córdoba, protagonizada por el productor agropecuario Oscar Cavigliasso, “un visionario” como lo define su hija Ivana, quien hoy es gerente de Calidad e Inocuidad en Prodeman y forma parte del directorio junto a sus tres hermanos.
Expoagro (E): ¿Cómo tuvo tu padre esa visión de que el camino era ir por la producción de maní?
Ivana Cavigliasso (I.C): Al ver que la producción de maní para la industria aceitera podría generarle otras oportunidades, diferentes a las de la soja o el trigo, mi papá comenzó con una planta artesanal muy pequeña en nuestra propia casa. En 1989 viaja a Estados Unidos, uno de los productores de maní más grande del mundo, y ahí fue un antes y un después. Se dio cuenta que tenía que empezar a producir maní de una manera más industrial. Cada vez tenía más pedidos desde el exterior, los clientes querían venir a ver la planta pero mi papá decía que no la podía mostrar porque era muy artesanal. Por lo que en 1995 compró el campo donde hoy está ubicado Prodeman, que es un predio de 35 hectáreas en General Cabrera, a 15 kilómetros de Colonia Dolores.
E: Realmente tuvo visión de futuro
I.C: Mi papá es muy visionario. La demanda crecía pero no es tan fácil producir maní, tanto desde la siembra como hasta el proceso. Hoy las exigencias del mercado, sobre todo el europeo, adonde va el 70% del maní argentino, son muy altas. Pero este producto fue creciendo acorde a esas exigencias y hoy estamos donde estamos. Creo que mi papá vio eso siempre con la visión de hacer las cosas bien, plantado en los valores, consciente de que si se equivocaba se hacía cargo. Y todo eso fue lo que nos compartió a nosotros que somos los que venimos detrás.
E: ¿Cómo es el proceso de producción?
I.C: El maní se siembra en octubre y se cosecha en marzo o abril. Antes de cosechar se lo da vuelta durante unos días. Luego se lo lleva enseguida a la planta para procesarlo para que no pierda calidad. Allí se le realiza el secado, de ser necesario, para bajarle la humedad e inmediatamente se lo acopia unos 15 o 20 días para después empezarlo a procesar. El maní tiene el 45% de materia grasa, por eso no se lo puede dejar a la intemperie. Una vez procesado se lo mantiene en cámaras refrigeradas para conservarlo por más tiempo.
E: ¿Ustedes intervienen en toda la cadena productiva?
I.C: Sí, tenemos campos propios, alquilados y de otros productores porque sembramos más de 40 mil hectáreas de maní y debemos buscar distintas formas para asegurarnos tener el producto. El perfil del suelo tiene que ser arenoso. Debido a que hay que hacer maní cada 4 años, se debe ir buscando en la rotación de suelos otras tierras. Donde tenemos la planta fue la primera zona productiva pero se fue expandiendo y hoy recibimos maní de zonas que están a 500 kilómetros de distancia. Producimos alrededor de 140 mil toneladas al año de maní en caja.
E: ¿De qué manera fue evolucionando este mercado?
I.C: El maní en sus inicios se hacía para la industria aceitera. Después fueron apareciendo nuevas variedades de semillas que mejoraron el modelo de maní, apareciendo el de confitería que es el que se consume. Hoy en Argentina se siembran unas 419 mil hectáreas. Se puede sembrar más pero la capacidad productiva para mantener la calidad del producto, está al límite. Seguramente si tuviéramos más capacidad venderíamos más, porque hay una gran demanda del maní argentino.
E: ¿Qué los llevó a comercializarlo de manera porcionada?
I.C: El objetivo cuando lanzamos maní King en el año 2010 era poner en las góndolas argentinas un producto de calidad de exportación. El argentino no estaba acostumbrado a encontrar en la góndola un maní de calidad. Tuvimos una etapa de enseñarle a comer un buen maní. Hay que romper con los mitos de que solo se come para acompañar la cerveza y de que es un producto que engorda. Tiene muy buenos valores nutricionales. Asimismo hubo un quiebre después de la pandemia, la gente empezó a comer más saludable y se empezó a incrementar el consumo de la pasta de maní, por ejemplo. Hoy saben que el maní se puede comer de muchas otras formas, no solo frito con sal.
E: ¿Cómo es la innovación en estos productos?
I.C: Cuando entrás en el mundo del retail, que es distinto al del granel al cual estábamos acostumbrados, la innovación es inmensa. Una de las cosas que nos hizo ir creciendo es que siempre fuimos muy versátiles, nos fuimos adaptando a lo que nos pedían los clientes. Siempre estamos viendo nuevos productos, acabamos de lanzar una barra de chocolate con maní y hay otras novedades en el área de desarrollo listas para salir en cualquier momento.
E: ¿A qué países exportan?
I.C: Estamos exportando a más de 40 países. A gran parte del mundo llegamos con la marca Prodeman a granel, a algunos países llegamos con marca blanca de nuestros productos de maní. En Latinoamérica tenemos el desafío de comenzar a exportar la marca Maní King. Estamos llegando a lugares donde nunca nos hubiésemos imaginado como Holanda, Argelia, Polonia, Sudáfrica, Filipinas, Portugal, Rumania o China. Nuestro próximo proyecto es poder ampliar la planta de producción y seguir invirtiendo.
Una familia manisera
Actualmente Prodeman está conducida por los cuatro hermanos Cavigliasso: Gustavo e Ivana, quienes se encargan principalmente de la parte productiva, Marcela en administración y finanzas, y Guillermo que, como ingeniero agrónomo, es el encargado de llevar la materia prima a la planta de producción. A su vez, todos forman parte del directorio, donde también participa papá Oscar, quien a sus 74 años sigue siendo uno de los primeros que llega a la planta. “Mi padre está totalmente activo. Supo delegar muy bien en sus cuatro hijos. Es el que inicia los proyectos y nosotros lo vamos acompañando para concretarlos, siempre está pensando en cosas nuevas”, cuenta Ivana.
E: ¿Qué dice cuando ve el camino recorrido por su empresa?
I.C: Creo que mi padre está en un momento de su vida que está tranquilo con lo que ha hecho y lo disfruta. A veces nos sentamos con la familia a hacer un poco de catarsis y creo que ninguno de nosotros es consciente de todo lo que hemos hecho durante todo este tiempo. Menos mal que no nos damos cuenta porque eso nos permite estar pensando siempre en hacer más. Ninguno de nosotros podemos dimensionar lo que hemos logrado y todos estamos con muchísimas ganas de seguir haciendo.
E: Para continuar con el legado crearon un Protocolo Familiar ¿de qué se trata?
I.C: Detrás nuestro hay diez niños de distintas edades. La idea es que Prodeman siga existiendo en el tiempo a pesar de que no estemos nosotros. Por eso hicimos este protocolo para dejar a la generación que viene, cuáles son las condiciones que debe cumplir cualquiera de ellos que quiera ingresar a trabajar. No por ser hijos de, significa que tienen un lugar en la empresa. Los que ya tienen 14 o 15 años participan de pasantías de verano rentadas para conocer cómo es el negocio para que vayan viendo si les gusta o no ser parte de esto o prefieren seguir otra profesión. La idea es que sean felices con lo que elijan, tanto si es dentro o fuera de la empresa.
E: ¿Cómo ves el rol de la mujer en la agroindustria?
I.C Nunca sentí que por ser mujer no pudiera participar o no me llamaran. Creo que todo está en uno. Los espacios están, solo hay que animarse a tomarlos y asumir la responsabilidad. Muchas veces dependemos de las propias limitaciones que nos ponemos. En mi caso nunca lo sentí así, tampoco cuando fui presidente de la Cámara Argentina del Maní. Al contrario, a partir de eso se me abrieron muchas oportunidades en la industria.
Mirar alrededor
La planta productiva está instalada en un pequeño pueblo de 14 mil habitantes, de los cuales 650 trabajan con la familia Cavigliasso, para quienes la clave está en las acciones que valoricen la gobernanza y el cuidado del ambiente.
E: ¿Cuáles son los desafíos?
I.C: Hoy lo que está en todas las agendas es hacer un producto sostenible desde todos los ámbitos. La industria no solo tiene que producir sino que debe hacerlo teniendo en cuenta la comunidad, el contexto social, el ambiente. En nuestra empresa eso ya forma parte del plan estratégico. Uno no solo debe mirar hacia adentro sino que debemos pensar en el afuera, y en las personas que forman parte de la empresa. Llegará un momento en que los mercados no nos van a comprar más si no trabajamos con la medición de la huella de carbono, de emisiones, y acciones sobre la comunidad en la que estamos insertos.
E: ¿Cuáles son las acciones que realizan con la comunidad?
I.C: Hemos creado una asociación con otras empresas del pueblo para inaugurar en 2025 un colegio. Tenemos que pensar en el futuro. Si queremos ser sostenibles en el tiempo, también tenemos que pensar en los recursos humanos que vamos a necesitar. Queremos incentivar a que la gente quiera venir a vivir al interior del interior, por eso también ayudamos en la construcción de viviendas. El maní en esta zona por suerte mueve un montón de industrias de diferentes tipos.
E: ¿Cómo trabajan con la sostenibilidad?
I.C: Desde hace 7 años generamos energía para nuestra planta solo con biomasa a través de la cáscara de maní que es un residuo que antes se quemaba a cielo abierto. No solo usamos nuestra cáscara sino que compramos también a otros maniseros, por lo que algo que era un residuo pasó a tener un valor agregado. Además, en el campo hace muchos años que comenzamos con la medición de la huella de carbono. Recientemente firmamos un convenio con Bayer que es un forward farming, tiene 30 en el mundo y es el segundo en Argentina. Junto con ellos, en un espacio de campo vamos a armar un ecosistema sustentable donde coexista una producción de alto rendimiento utilizando productos de manera controlada donde también pueda haber animales y niños jugando. No podemos dejar de producir porque el mundo tiene que comer, pero la idea es mostrar que podemos hacerlo de manera equilibrada.
Por Paola Papaleo
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