El campo frente a la Fase 3: luces y sombras del nuevo esquema cambiario

El campo frente a la Fase 3: luces y sombras del nuevo esquema cambiario

La eliminación del cepo cambiario y el anuncio de posibles cambios en las retenciones reconfiguran el horizonte del agro. ¿Mejorará la rentabilidad del productor? ¿Habrá alivio real o solo un nuevo acomodo de los costos? Tres voces del sector analizan el impacto de las medidas en un contexto de incertidumbre y expectativas moderadas.

Con el inicio de la llamada Fase 3 del gobierno de Javier Milei, el país comienza a transitar una nueva etapa económica marcada por el levantamiento de las restricciones al dólar y la implementación de un sistema de bandas cambiarias entre los $1000 y $1400. En el sector agropecuario, los interrogantes se acumulan: ¿la libre disponibilidad de divisas mejorará la rentabilidad? ¿Cambiarán las reglas de juego para la comercialización de granos? ¿Los costos internos se dispararán con una devaluación indirecta? Y, en particular, ¿qué pasará con las retenciones?

Rodrigo Esponda.

“El fin del cepo va a mejorar la comercialización y la rentabilidad del productor en la medida en que se generen mejores negocios”, afirma Rodrigo Esponda, productor agropecuario y concejal en Junín. “Antes, quedarse con la cosecha era una forma de resguardo de valor. Hoy se suma la posibilidad de hacerse de dólares, lo que aporta una libertad que puede traducirse en más rentabilidad”.

Sin embargo, para Rosana Franco, presidenta de la Federación Agraria Argentina delegación Junín, la situación seguirá siendo crítica: “El productor compra y vende en pesos. No compra divisas. Invierte en hacienda, maquinaria o camionetas, pero la rentabilidad sigue siendo muy pequeña, sin margen para jugar con el tipo de cambio”.

Franco subraya que los precios de los granos no han mostrado mejoras significativas. “Ni la soja, ni el trigo ni el maíz aumentaron de forma relevante. En cambio, los costos ya se triplicaron con la suba del combustible”, asegura.

Para Fabricio Navone, ingeniero agrónomo y productor, la libertad de divisas podría ser positiva “si se invierte en diversificación y mejora de la productividad. Un tipo de cambio más alto mejora la competitividad, pero también puede disparar la inflación”. En ese sentido, advierte: “Si el dólar se mantiene relativamente bajo como ahora, podemos terminar con costos internos altos medidos en dólares”.

Esponda coincide: “Ya el año pasado vimos incrementos internos altísimos por la inflación. Esta liberación del cepo va a generar nuevas subas, especialmente en combustibles y en insumos ligados al valor del dólar”.

Rosana Franco.

Franco lo resume con crudeza: “En un año, el valor de los cereales aumentó apenas un 20%, mientras la inflación superó el 110%. Hoy hay que vender el doble de kilos para comprar los mismos insumos”.

Ganadería: un pequeño respiro

En medio de un escenario complejo, la ganadería asoma como una posible excepción. Navone sostiene que “la salida del cepo puede reactivar al sector, permitiéndole acceder a nuevos mercados y competir en mejores condiciones”. Sin embargo, recuerda que la producción ganadera no crece desde hace décadas” y que se necesitan reformas estructurales para sostener cualquier mejora.

Según datos oficiales, el stock de ganado vacuno cayó en 2024 a 51,6 millones de cabezas, el nivel más bajo en 13 años. La pérdida de más de 2,6 millones de cabezas en los últimos dos años se explica en gran parte por la sequía. Aun así, Navone destaca un dato alentador: “Pese a la pérdida de stock y la reducción de vacas, el número de terneros se mantuvo”.

 

Retenciones: el viejo fantasma que vuelve

Uno de los puntos más sensibles para el agro volvió al centro del debate esta semana: las retenciones. El presidente Milei anticipó que a mitad de año podrían restablecerse las alícuotas previas a la rebaja temporaria de enero, lo que encendió las alarmas en el sector.

De concretarse, la soja volvería a tributar el 33% en derechos de exportación. Actualmente, hasta el 30 de junio, el poroto de soja paga 26%, el trigo 9,5%, el maíz y la cebada también, y el girasol quedó en 5,5%.

“La clave está en entender el peso que tiene el campo en la economía del país”, remarca Navone. “Sabemos que es difícil eliminar las retenciones de un día para otro, pero se necesita un plan a largo plazo. Por ejemplo, empezar ahora mismo con cero para trigo, maíz y las economías regionales, y una reducción gradual en soja”.

Fabricio Navone.

En la misma línea, Esponda plantea que eliminar las retenciones sería un alivio no solo para el productor, sino para todo el interior del país. “Generaría más movimiento económico en los pueblos. Las restricciones productivas no están en la capacidad del campo, sino en la voracidad fiscal. Sin retenciones, podríamos producir mucho más”.

Navone recuerda una experiencia cercana: “Cuando asumió Macri y eliminó las retenciones al trigo y el maíz, el área sembrada creció de forma inmediata. A los tres meses, ya se veían los resultados”.

Lo que solicita el campo

Con una cosecha que se perfila como aceptable tras tres años muy duros por la sequía, el sector agropecuario mira hacia adelante con una demanda clara: previsibilidad. Necesita reglas de juego estables y líneas de financiamiento que le permitan cancelar deudas acumuladas por los años de sequía y volver a invertir.

Hoy, entre expectativas de libertad económica, inflación persistente y la amenaza del regreso de las retenciones, el campo camina sobre una delgada línea entre el alivio y la frustración. La Fase 3 está en marcha, pero para muchos productores, la verdadera transformación aún no llegó.

Por Diego Abdo

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