Control y prevención: la batalla del INTA contra la chicharrita en los campos de maíz
La extensionista del INTA Junín, María Guadalupe Tellería, recorre los estragos que dejó esta plaga inesperada en la zona, mientras vislumbra una situación más tranquila en esta campaña de maíz. El rol del INTA clave no solo como institución técnica, sino una forma de conectarse con la comunidad agropecuaria.
En un contexto en el que los productores agropecuarios parecían comenzar a recuperarse de tres años consecutivos de sequía extrema, un nuevo problema se presenta en los campos del noreste argentino. El «cisne negro» en esta ocasión tiene nombre pintoresco: la «chicharrita», un insecto que amenaza con devastar las cosechas de maíz, arruinando lo que ya se preveía como una campaña desafiante.
María Guadalupe Tellería, ingeniera agrícola y extensionista del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) en Junín, explica con precisión el daño que puede causar este insecto: «La chicharrita actúa como vector, un insecto que cuando pica una planta enferma se infecta con virus o bacterias que transmiten la enfermedad conocida como complejo de achaparramiento de maíz. Luego, al picar otra planta, la infecta, propagando la enfermedad». Esta interacción simple pero letal, ha puesto en jaque a los productores de maíz en el norte argentino, generando pérdidas significativas y preocupación en la región noroeste bonaerense.
Condiciones perfectas para una plaga inesperada
El año pasado, las condiciones para la aparición de la plaga fueron ideales. “La campaña pasada, al momento de la siembra de maíz, había poca humedad en el suelo, lo que amplió la ventana de siembra. Se sembró desde septiembre hasta enero, lo que ofreció a la plaga disponibilidad continua de maíz en distintos estados fenológicos», detalla Tellería. Esto permitió que la chicharrita encontrara un ambiente favorable para su reproducción y propagación en el campo, poniendo en riesgo miles de hectáreas.
A pesar de que la chicharrita es común en el norte del país, esta fue la primera vez que se detectó en la zona de Junín, donde provocó estragos en lo que debía ser una temporada de recuperación para los productores. «Es una plaga que siempre ha estado presente en el norte, pero lo excepcional fue su llegada a esta latitud», comenta la ingeniera.
Un monitoreo exhaustivo para contener la plaga
Frente a este escenario, el INTA ha desplegado un extenso sistema de monitoreo para controlar la propagación de la plaga. Tellería destaca la creación de «redes de monitoreo, tanto con trampas de arrastre como trampas pegajosas, que están siendo utilizadas en todo el país». Estas redes permiten evaluar si hay presencia de la chicharrita que se encuentra refugiada en los cultivos durante el invierno.
«Afortunadamente, en Junín y en la zona, no hemos detectado la plaga hasta ahora, pero seguimos monitoreando cada 15 días y aportamos esta información a un mapa nacional», añade la ingeniera. El esfuerzo es constante y abarca no solo al INTA, sino también a universidades y asociaciones como Maizar, que participan en la detección temprana de la plaga en toda la región.
El rol del INTA y la figura del extensionista
El INTA juega un papel clave no solo en la investigación, sino también en la transferencia de ese conocimiento al campo, a través de figuras como la de María Guadalupe Tellería, una extensionista que lleva 17 años trabajando para mejorar las prácticas agrícolas en Junín. «El INTA trabaja para contribuir al desarrollo del sector agropecuario, y nosotros, como extensionistas, somos el puente entre la investigación y el productor», explica.
El trabajo de Tellería incluye desde el monitoreo de plagas hasta la implementación de nuevas tecnologías que ayudan a los productores a maximizar sus recursos. «En nuestra zona, trabajamos tanto con productores medianos como pequeños, buscando formas de ser más eficientes y sostenibles», comenta.
Uno de los grandes desafíos que Tellería destaca para los próximos años es el cuidado de los recursos naturales. «El suelo es uno de los recursos más preciados que tenemos, y debemos enfocarnos en su conservación», afirma. La ingenieria agrónoma, integrante de la Asociación de Ingenieros Agrónomos de Junín (AIAJA) menciona prácticas como la rotación de cultivos y los cultivos de cobertura como claves para mantener la productividad y la salud del suelo en la región.
Mirando hacia el futuro: la especialización en la agronomía
En un sector que se enfrenta a retos cada vez más complejos, desde la aparición de nuevas plagas hasta el cambio climático, la especialización es crucial. Tellería coincide con otros expertos en que la agricultura del futuro demandará profesionales altamente capacitados en áreas específicas. «Antes, un agrónomo manejaba todo, pero hoy la tecnología y la ciencia avanzan tan rápido que cada vez es más necesario especializarse», explica.
Este enfoque hacia la especialización no solo permitirá enfrentar mejor las amenazas como la chicharrita, sino también optimizar el uso de recursos a través de prácticas como la agricultura de precisión. «El manejo diferencial del campo es clave. No se trata a todo un lote de la misma manera, sino que de debe entender qué sector es más productivo y aplicar prácticas específicas para cada área«, señala Tellería, apuntando a la necesidad de ser más eficientes tanto desde el punto de vista económico como medioambiental.
Una mirada hacia el mañana
A pesar de los desafíos, María Guadalupe Tellería se mantiene optimista sobre el futuro de la agricultura en la región. «Me veo en Junín, trabajando en el INTA y ayudando a los productores a ser más eficientes y sostenibles», afirma con determinación. La agrícola subraya la importancia de seguir ampliando el alcance del INTA, llegando a más productores con soluciones que no solo mejoren sus rendimientos, sino que también cuiden los recursos naturales.
Para ella, el INTA no solo representa una institución técnica, sino una forma de conectarse con la comunidad agropecuaria, una red que extiende sus raíces en todo el país, ofreciendo apoyo constante a quienes trabajan la tierra. «Desde las agencias de extensión hasta las estaciones experimentales, el INTA está presente en todo el país, y nosotros, los extensionistas, tenemos el desafío de hacer llegar el conocimiento y las innovaciones a cada productor, grande o pequeño», concluye Tellería.
La resiliencia del sector, apoyada en la innovación tecnológica y el monitoreo constante, es clave para enfrentar un futuro donde las plagas y los fenómenos climáticos seguirán siendo desafíos importantes.
Por Diego Abdo
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