Escuela santafesina generó un activo económico a partir del ahorro en su huella de carbono
La contaminación ambiental es una de las mayores preocupaciones del momento. Un colegio de la ciudad de Santa Fe trabajó el tema dentro de su comunidad y logró un importante ahorro que ahora comercializa a empresas con conciencia ecológica.
“No todos los actores sociales contaminamos de la misma manera y no todos tenemos el mismo grado de responsabilidad en la búsqueda de soluciones”, es una de las conclusiones a las que arribaron los integrantes de la comunidad del Complejo Educativo Alberto Monti Nº 3186 de la ciudad de Santa Fe.
Bajo esta premisa desarrollaron todo un trabajo que decantó en que se convirtieran en la primera institución escolar de Argentina en generar un activo económico a partir del ahorro de su huella de carbono.
A través de la propuesta, denominada “Acción Amparo”, los estudiantes de 3° año calcularon cuántas emisiones de dióxido de carbono generan sus prácticas cotidianas y lograron reducir ese registro. Por esa disminución, la institución educativa creó un bono auditado por la provincia de Santa Fe que pueden vender a empresas de la zona, que compensan así sus propias emisiones de carbono.
Inicio del proyecto
En el mes de mayo de este año, a partir de la metodología de enseñanza llamada Aprendizaje Basado en Proyectos (ABP), los alumnos de 3er año del Complejo Educativo Alberto Monti de la ciudad de Santa Fe, idearon la propuesta Bono Amparo que consiste en un cupón de compensación de emisiones de carbono.
“Comenzamos a investigar sobre la temática a partir de diferentes actividades, principalmente apuntando a hacer visible y palpable la contaminación y el cambio climático a los estudiantes y su entorno, desde la realidad cotidiana”, explicó la profesora de historia y especialista en economía social, Noelia Carrizo.
Indagar sobres las prácticas de consumo en las familias de los estudiantes y cómo eso repercute en el proceso de contaminación ambiental, fue el puntapié inicial para “empezar a analizar la contaminación desde un lugar propio, viendo qué generamos y qué posiciones tenemos en el mundo y cómo lo habitamos. También hicimos un mapeo de los basurales y minibasurales que están en nuestro entorno, y un seguimiento sobre en qué días se debe sacar la basura y cómo clasificarla”, profundizó la docente.
Así llegaron a la medición de la huella de carbono, para determinar si el impacto de la comunidad era alto, medio o bajo comparado con otros espacios similares, para lo cual recurrieron a distintas calculadoras de medición de huella de carbono que son libres y gratuitas.
“Estas calculadoras te van preguntando sobre tus prácticas de consumo, de movilidad, de uso de energía y estima qué cantidad de toneladas de gases de efecto invernadero estás generando a partir de esas prácticas”, detalló Carrizo.
Actualmente existen calculadoras online que arrojan mediciones a escala individual, por lo que, desde la institución en conjunto con el Ministerio de Ambiente y Cambio Climático provincial, se trabajó para estimar la contaminación generada por la comunidad.
A través de un panel de control, los estudiantes fueron reconociendo en base a cuatro tópicos el impacto ambiental de sus acciones: energía, recursos, moda (el consumo textil, particularmente en uniformes escolares) y alimentos.
A modo de ejemplo de las medidas que se fueron tomando para disminuir la generación de contaminantes, Carrizo explicó que en el tópico alimentos “lo que hicimos fue reducir de nuestra cantina la mayoría de los productos con envoltorios de plástico o que generaban residuos”.
De esta forma pudieron calcular la cantidad de residuos que se dejaron de generar a partir de no utilizar productos con envoltorios, lo mismo en el uso de energía controlando que no hubiese luces o ventiladores prendidos innecesariamente, y en lo que es movilidad recurrieron a caminar o manejarse en bicicletas.
Baja contaminación
“Con estos datos y medidas nos dimos cuenta que nuestro impacto ambiental está por debajo de la contaminación promedio de cualquier argentino, y mediante una metodología que desarrolló el Ministerio de Ambiente y Cambio Climático de la provincia de Santa Fe descubrimos que estamos haciendo un aporte significativo a este problema, porque todas esas acciones nos generaron un activo ambiental que puede ser monetizado, y eso es lo que se llama bono de compensación de gases de carbono”, sintetizó Carrizo.
Según el cálculo oficial, esta comunidad educativa realiza un ahorro de 112 toneladas al año, que están monetizadas en 5 mil dólares. “Este cálculo surge de comparar el valor que ya existe de estos bonos de compensación en el mercado regulado que funciona en otros países, especialmente de Europa. Los bonos de compensación en Argentina existen, pero es un mercado voluntario que está abierto para que aquellas empresas que tienen conciencia ambiental y quieren llegar a una neutralidad en su emisión de carbono, como lo establece el Protocolo de Kioto, si bien no pueden bajar a cero esas emisiones por los trabajos que hacen, adquieren a organizaciones que trabajan el tema del cambio climático estos bonos para compensar y poder llegar a una neutralidad en sus emisiones”.
Forma de comercialización
La comercialización de los bonos es el paso que les queda por dar para poner el broche de oro al proyecto. En primer lugar, realizaron una investigación para determinar cuáles son las industrias, empresas y áreas que generan más contaminación a través de los gases de efecto invernadero.
A partir de esa información están enviando notas para ofrecer estos bonos, y ya recibieron la visita de integrantes de ADER (Agencia para el Desarrollo de Santa Fe y su Región), y también giraron notas a la EPE (Empresa Provincial de Energía), CAME, y otras empresas y entidades ofreciendo el servicio.
“Hay mucho entusiasmo y en general fuimos bien recibidos por todas las empresas. Además, hay un pedido de declaración de interés municipal del proyecto. Lo que haríamos en concreto es emitir un certificado de donación desde la escuela, donde se establece el valor del bono, lleva la firma del auditor del proyecto, y se pueden vender por toneladas individuales o en su totalidad. Este bono se genera una sola vez al año, y en 2023 nuestro ahorro fue de 5 mil dólares, y tenemos para venderlo hasta que hagamos la medición del año próximo”, resumió Carrizo.
Desigualdad en la contaminación
La docente también puso el acento en que “lo que buscamos es pensar la contaminación a partir de las desigualdades sociales y de género, y llegamos a la conclusión que no todos los actores sociales contaminamos de la misma manera y no todos tenemos el mismo grado de responsabilidad en la búsqueda de soluciones”, y agregó que “la idea con el bono es que nosotros como escuela de un barrio de trabajadores y clases populares, podemos hacer un cambio y ofrecerles a las empresas, que son las que más contaminan, estos bonos para que puedan reducir sus emisiones”.
Para dar un cierre al proyecto y que el estudiantado tuviese un panorama real de la desigualdad ante el cambio climático, visitaron una comunidad Qom en la ciudad de Santa Fe y a un grupo de mujeres artesanas que elaboran productos de cestería y “pudimos comprobar que su huella ecológica, su impacto ambiental es mínimo, porque por su forma de producción, forma de vida y movilidad consumen muy poca energía contaminante. Por eso decidimos hacer una plantación de 30 árboles en ese terreno, para contribuir y demostrar cómo el impacto de la contaminación es desigual en las diferentes sociedades”.
Por Pablo Salinas
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