Martín Fierro, el gaucho que llegó al mundo
¿Quién es Martín Fierro? ¿Cuál es la historia de la obra literaria argentina que llegó a más de 70 lenguas?
El Día de la Tradición se celebra el 10 de noviembre por el nacimiento, en 1834, de José Hernández, el escritor, periodista y político argentino que escribió el Martín Fierro, una de las obras más importantes de nuestra literatura.
Hernández vivió muchos años en el campo en una época en que los gauchos pertenecían a una clase social marginada, juzgada y desprotegida. Crear al gaucho Martín Fierro y ponerlo a recitar versos en las páginas en las que contó su historia, fue una forma de darle voz a esos hombres de las pampas que hoy son símbolo de nuestra identidad.
El Martín Fierro, la obra y el gaucho
Los primeros folletos de “El Gaucho Martín Fierro” comenzaron a venderse en diciembre de 1872. Esta fue la primera parte de la historia de Fierro, que llegó con éxito a casi todas las provincias argentinas, siendo la campaña el primer lugar donde tuvo gran aceptación y acogida. Tras vender 48.000 ejemplares, Hernández publicó “La Vuelta de Martín Fierro”, la segunda parte de la historia, en febrero de 1879, y su éxito fue inmediato. En 1894 se publicaron por primera vez las dos partes en un solo libro.
La primera parte se conoce como “La ida”, y la segunda parte es “La vuelta”. Esta historia es un poema protagonizado por Martín Fierro, un gaucho que a través de la payada cuenta su historia.
El personaje principal: Fierro
Martín Fierro era un gaucho valiente, que inspiraba temor y respeto y aceptaba el reto si alguien se atrevía a enfrentarlo porque su honor era lo primero. El canto, la payada, la guitarra, eran una parte esencial de su vida que le permitía expresarse y desahogarse. Amaba la tierra y la libertad, era solitario, simple y humilde al no poseer riquezas o comodidades.
“Mi gloria es vivir tan libre
Como el pájaro del cielo;
No hago nido en este suelo
Ande tanto hay que sufrir;
Y naides me ha de seguir
Cuando yo remonto el vuelo”.
Era un hombre despierto, perspicaz, astuto e inteligente que, aun viviendo como forajido y con muertos entre sus manos, se encomendaba a Dios con una gran fe.
Este gaucho y su historia eran el reflejo de la realidad de muchos hombres que vivían en los campos, en las pampas. El gaucho era un hombre al que le gustaba andar libre, que solo tenía sus pilchas y a su caballo y no era amigo de la autoridad.
El andar errante y sin una casa a la que volver, fue un destino que, en algún momento, el gaucho no eligió, sino al que las circunstancias o las órdenes de los poderosos lo condenaron. El hombre se convertía en gaucho, y por esto, marginal, cuando era expulsado de las tierras que alguna vez fueron suyas o cuando no tenía familia y era obligado a ser soldado del ejército o una herramienta de trabajo en las nuevas estancias que pertenecían a unos pocos.
Rechazado por la sociedad, que lo consideraba vago y delincuente, y le exigía adaptarse a sus normas que siempre lo perjudicaban, el gaucho se refugiaba en el campo.
“El anda siempre juyendo,
Siempre pobre y perseguido;
No tiene cueva ni nido,
Como si juera maldito;
Porque el ser gaucho… ¡barajo!
El ser gaucho es un delito”.
Era un gran jinete, experto en el uso del lazo y del cuchillo, carneaban ganado para comer, trabajaban en changas relacionadas a lo que sabían hacer, que eran las tareas rurales. Los gauchos, amantes de la libertad y las ideas afines, fueron grandes guerreros durante el siglo XIX, en las batallas por la independencia.
Al no establecerse, ingresaban en lo que la autoridad consideraba una verdad: que quien era ocioso, era vago, y quien era vago era delincuente. Con esta fama, no siempre encontraban trabajo, y por eso muchas veces necesitaban robar para subsistir.
La trama del Martín Fierro
En la ida, Martín Fierro es un hombre trabajador, esposo y padre, que es obligado a unirse al ejército para custodiar un fortín, donde vive en la miseria durante tres años, hasta que escapa. Al volver a su rancho se encuentra con que ha perdido sus tierras, su pequeña hacienda y a su familia. Convertido en gaucho, comienza a andar. Una noche en una pulpería, ahoga sus penas y su cordura en alcohol y se convierte en asesino. Desertor y asesino, en un enfrentamiento con la policía, se gana un amigo: Cruz, un sargento que deserta y se pone a luchar a su lado. Juntos escapan hacia el desierto.
“Cruz y Fierro de una estancia
Una tropilla se arriaron,
Por delante se la echaron
Como criollos entendidos
Y de pronto, sin ser sentidos,
Por la frontera cruzaron.
Y cuando la habían pasado
Una madrugada clara
Le dijo Cruz que mirara
Las últimas poblaciones
Y a Fierro dos lagrimones
Le rodaron por la cara”.
En la vuelta, viven junto a Cruz por varios años con los indios que los tienen como cautivos, por lo que esa vida tampoco es fácil. La desgracia marca el regreso de Fierro a la pampa, como un hombre diferente, que se encuentra con sus hijos, con el hijo de cruz, y hasta con el hermano de un hombre al que mató. La sabiduría asentada en su ser tras tantos años de vivencias en la marginalidad, es compartida en sus payadas como consejos.
El gaucho auténtico, conflictivo y poco reflexivo de la primera parte, vuelve cambiado en la segunda, en la que siente y carga con sus culpas, da consejos y está resignado a lo que ya sabía: la inminente desaparición de su clase. El gaucho que fue violento y bandido, es pacífico, sabio y honrado.
“Los hermanos sean unidos,
Porque esa es la ley primera;
Tengan unión verdadera
En cualquier tiempo que sea,
Porque si entre ellos pelean
Los devoran los de afuera.
Respeten a los ancianos,
El burlarlos no es hazaña;
si andan entre gente estraña,
deben ser muy precavidos,
pues por igual es tenido
quien con malos se acompaña”
Los gauchos, como él, pero en la vida real, se juntaban en las pulperías a escuchar los versos de Martín Fierro, este gaucho que hablaba de sus propias vidas, miserias y alegrías. El pulpero, o quien supiera leer, lo recitaba, y los demás, acostumbrados al recitado, la improvisación y el uso de la guitarra, escuchaban esta obra que hablaba y protestaba por ellos. Los pulperos tenían que encargar copias del Martín Fierro junto con la lista de provisiones por el éxito que tenía.
Con 2316 versos la ida y 4894 versos la vuelta, la obra fue traducida a más de 70 idiomas, siendo la primera la versión italiana, publicada en 1919. Le llevó años de intenso trabajo a algunos traductores lograr expresar en lenguas extrañas las aventuras del gaucho Fierro.
Hernández utilizó mayormente el verso octosílabo en esta mítica obra, que es la rítmica natural del castellano y la que los gauchos utilizaban. Recreó el habla campesina, el habla gauchesca, escribiendo las palabras como se pronunciaban y no como deberían decirse y escribirse, utilizando muchas palabras españolas traídas por los conquistadores, que aún se usaban en la época.
Aparecen personajes de la época como el pulpero, el soldado, los inmigrantes, la china, los negros, los indios, la cautiva… También los elementos representativos del protagonista como el mate, al que tomaba amargo y llamaba “cimarrón”; el caballo, que más que un animal era parte de sí mismo, un compañero infaltable; el poncho, que era abrigo, catre y escudo al envolverlo en el brazo para protegerse del facón del enemigo en una pelea; y el facón y las boleadoras, que también son elementos de gran presencia e importancia en el relato y la vida del gaucho.
“Su esperanza es el coraje,
Su guardia es la precaución,
Su pingo es la salvación,
Y pasa uno en su desvelo,
Sin más apuro que el cielo
Ni otro amigo que el facón”.
La lectura de esta gran payada literaria es fácil, los contenidos se transmiten con la cantidad de palabras necesarias y las estrofas son diversas.
Hernández no siguió rigurosamente las normas literarias, dotándolo a Fierro de la humanidad que lo llevó a él y a su obra, a la eternidad.
Por Natalí Ruatta Contigiani
Ilustraciones de Carlos Roume
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