Néstor Gilardoni, el testimonio de un pionero de la siembra
“Cuando nacía la siembra directa había que convencer a los productores de que usaran la gorra al revés”, recuerda Néstor. Conocé sus experiencias en esta nota.
Néstor Gilardoni, productor y contratista de San Jerónimo Sud -localidad ubicada a poco más de 30 km. al noroeste de Rosario-, pertenece a la cuarta generación de una familia de productores que se iniciaron en la Argentina con la llegada de su abuelo desde Bellagio, en el Lago Di Como, al norte de Milán, Italia; quien de arranque se puso a trabajar en el ferrocarril. “Mi abuelo paterno vino de Pianogentilli. Mi papá, recientemente fallecido, trabajó hasta los 89 años él solo en la cabina de la cosechadora levantando la mitad de lo que sembramos”, rememora.
Néstor participó en la fundación de AAPRESID (Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa) y recuerda que “en el camino recorrido tuve grandes profesores que fueron amigos, como Rogelio Fogante (el número uno), Heri Quique Rosso de Marcos Juárez, Mario Gilardoni, (primo hermano de mi papá), y Carlos Crovetto, de Chile. Todos veíamos la necesidad de proteger los suelos”, enfatiza.
Recuerda que en los inicios consiguieron “algunos prototipos de sembradoras, en tanto que otros, adaptaron unidades de siembra convencional a directa, como hizo Nicolás Milatich que reformó una sembradora propia. Las primeras experiencias chiquitas fueron fantásticas, recuerdo que sembrábamos grano grueso (soja) a 52,5 cm. entre surco. Y así fue que, con ingenio y creatividad, nos encontrábamos a campo, veíamos y compartíamos la experiencia de cada uno”.
“Éramos productores chicos y medianos compartiendo vivencias con pocos ingenieros como Milatich y Fogante, y todo era experiencia nuestra ya que no había dónde ir a aprender”, dice y recuerda haber participado de la primera reunión técnica de siembra sin labranzas, que tuvo lugar en el club “Argentino de Marcos Juárez” durante los primeros días de septiembre de 1977. “Como mucho éramos 20 pero ¿cómo convencías a la gente de que tenía que usar la gorra al revés? Hasta ese momento el clavijero iba para atrás”, exclama.
“Un tema crucial era dónde ir, con quién hablar el mismo idioma, porque te oían y decían ¡este está loco! Y un lugar de encuentro para nosotros era lo de Quique Rosso, que era inquieto con los fierros como nosotros y siempre buscaba cosas nuevas y cómo poner una semilla debajo del suelo sin hacer mucho disturbio”.
Pero las primeras pruebas fracasaron porque no tenían herbicidas, pero “para el segundo año hicimos muchas hectáreas de soja de segunda sobre trigo, trabajo en el que gastamos una fortuna, pero igualmente se nos vinieron las gramíneas, a punto tal que para el ´79 y ‘80 se pasó a la labranza vertical”, explica Néstor.
En el ‘88 aparecieron nuevos graminicidas y “en el ‘90 hacíamos 100% en directa con algunas Semeato de Brasil y sembrábamos el trigo a 26 cm. entre hileras con la sembradora de grano grueso, para lo cual íbamos y veníamos desplazando esos centímetros la pasada. Así fue hasta que aparecieron las sembradoras de grano fino y entonces cambió la historia”.
“Conocimos a especialistas como Hugo Giorgi, de las fábricas líderes de siembra y con ellos lográbamos los desarrollos a campo, porque precisábamos nuevos diseños con alta flotación, grandes cubiertas y al mismo tiempo que pisotearan lo menos posible. Para entonces ya juntamos las líneas de siembra con el menor disturbio posible, pero a medida que acumulabas cobertura se acumulaban problemas”.
¿Cómo ven la situación actual?
“Ahora, con mucha preocupación, estamos viendo que a raíz de que los márgenes son muy ajustados y que aparecen las malezas resistentes, hay gente que está moviendo el suelo de nuevo y están apareciendo implementos de remoción de una forma o de otra. Lo sentimos como un retroceso y nos preocupa porque compromete lo que está abajo, en el suelo, esa vida y microorganismos, tema del cual muchos no entienden y entonces llegan a formas de trabajar que carecen de sustentabilidad, como quedó demostrado con consistencia en el pasado”, explica Gilardoni.
También señala que, al poco tiempo de adoptadas esas prácticas, ya están regresando los problemas de malezas que habían desaparecido, porque ponen las semillas de malezas que están en perfil dormidas, en condiciones de germinación y ello traerá mayores problemas a corto plazo. Sostiene que la solución más sostenible va por el camino de los cultivos de servicio, en la rotación y en el manejo siempre verde de la agricultura.
“Precisamente en este punto podemos ver el otro aspecto para cuidar, como es el secuestro de carbono, tema en el que trabaja mi hijo Nicolás, y vemos que haciendo dos cultivos al año y los cultivos de cobertura o de servicio secuestramos carbono (sus gases forman parte de los gases del calentamiento global) de manera permanente, y lo incorporamos al suelo, pero cuando movemos el suelo, el carbono retorna a la atmósfera y combinado con el oxígeno es dióxido de carbono”.
“No olvidemos que nuestros hijos nos están prestando el campo y se lo tenemos que devolver en mejores condiciones de las que los hemos recibido, o al menos, iguales”, concluye Néstor Gilardoni.
Por Juan Raggio
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