Nutrición y clima: navegando los desafíos de la producción agropecuaria en Buenos Aires

Nutrición y clima: navegando los desafíos de la producción agropecuaria en Buenos Aires

El manejo nutricional de los cultivos es una decisión estratégica fundamental en este contexto, donde incluso las precipitaciones continúan siendo insuficientes. Para Rivero, los momentos de fertilización se reprogramaron para agosto y septiembre, durante la etapa productiva de macollaje.

El año 2023 se presenta como un período peculiar en lo que respecta a la producción agropecuaria. Este año está cargado de expectativas de recuperación después de una prolongada sequía traumática que ha afectado la zona noroeste de la provincia de Buenos Aires durante más de tres años.

El manejo nutricional de los cultivos se ha convertido en una decisión estratégica fundamental en este contexto, donde incluso las precipitaciones continúan siendo insuficientes. Según Hernán Rivero, ingeniero agrónomo y asesor agronómico, las decisiones relacionadas con el manejo nutricional de los cultivos de trigo y cebada están siendo más cautelosas que en años anteriores, debido a las experiencias adversas con la sequía. En ese sentido, todos los cultivos están siendo fertilizados con fósforo, en base a análisis de suelo.

“Todos los cultivos están fertilizados con fósforo, tanto los ciclos largos como los cortos o las cebadas que ya están implantadas. Se hizo un análisis del suelo para tomar esta decisión y en los casos que no se hizo por determinados motivos, se ha aplicado dosis de fósforo que van de los 60 a los 100 kilos por hectárea”, explicó.

El nitrógeno es otro nutriente crucial para los cultivos de invierno en la región. Según Rivero, los análisis de suelo indican niveles promedio de nitrógeno elevados debido a la sequía del año pasado, que dejó los nutrientes aplicados en los suelos sin ser utilizados por los cultivos. En este sentido, la aplicación de nitrógeno aún no ha sido necesaria en muchos casos, ya que los niveles presentes en el suelo son suficientes para el inicio del ciclo de cultivo.

“El nitrógeno, en la mayoría de mis planteos, todavía no fue aplicado porque los valores están por encima del año pasado y de otros años, con lo cual, tenemos suficiente nitrógeno para el comienzo de los cultivos. También estamos observando cómo se desarrollan las lluvias para finalmente hacer una aplicación al macollaje, es decir un poquitito más adelante en el ciclo de cultivo”, explicó Rivero.

A pesar de algunas lluvias periódicas, el período de sequía aún persiste. Por lo tanto, los momentos de fertilización se han reprogramado para agosto y septiembre, durante la etapa productiva de macollaje de los cultivos. Rivero mencionó que los precios de los fertilizantes nitrogenados han aumentado en promedio en unos 200 dólares por tonelada, debido a medidas gubernamentales que han impactado en la importación de nutrientes. Todo esto aún sin considerar los precios afectados por la devaluación de esta semana.

Vale decir que el fósforo, por un lado, es un producto que es importado y el nitrógeno, si bien es de producción nacional, su precio copia los valores de mercado internacional (a esta altura y con mercado de TC intervenidos ya no se que copia la urea).

Buen estado de los cultivos de trigo y cebada

En cuanto al estado de los cultivos de trigo y cebada en la zona de Junín y alrededores, Rivero informó que se encuentran en buen estado, con un color saludable y en las primeras etapas de macollaje. Las siembras se han adaptado a las lluvias registradas, con ciclos largos sembrados un poco más tarde, debido a las precipitaciones de principios de junio. Los cultivos de cebada, aunque tuvieron daños por heladas hace unas semanas, han logrado recuperarse y no presentan signos de estrés hídrico en la actualidad.

Sin embargo, la falta de lluvias y las reservas limitadas de humedad en el suelo plantean desafíos. Rivero advirtió que es necesario un mayor volumen de lluvias para asegurar el éxito de la cosecha. Las reservas de humedad se encuentran en los primeros 50 a 80 centímetros del suelo, y más allá de esa profundidad, el perfil está seco, con una napa a 4 metros de profundidad promedio. Para garantizar una cosecha exitosa de trigo, Rivero estima que se requieren alrededor de 250 a 300 milímetros de lluvia para los primeros días de octubre. El noroeste junto con el norte, oeste y este de la provincia de Buenos Aires no poseen suelos con la suficiente humedad en el perfil para que pueda cubrirse la demanda por parte del cultivo.

«Las metas personales de rendimiento se sitúan entre 3000/4000 kg/ha. Hoy son positivas, para que ello se concrete va a depender de las lluvias en las próximas semanas y hasta principio de octubre», explicó.

En resumen, el año 2023 plantea desafíos y expectativas en la producción agropecuaria en todo el noroeste bonaerense, con un enfoque en la gestión nutricional y la esperanza de condiciones climáticas más favorables.

Por Diego Abdo

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