Ser maestras en los campos
Cuatro maestras de escuelas rurales cuentan sus vivencias dando clases en los campos: la responsabilidad de ser personal único, la importancia de la escuela rural para los niños, la hazaña de llegar y el cariño que perdura al irse.
Las escuelas rurales
La realidad de decenas de niños en los campos es que las “seños” en sus escuelas, fueron una única seño que durante sus 6 años de educación primaria los acompañaron en la tarea de aprender. A veces fueron dos, o tres seños, pero esa era la realidad de hace algunos años, cuando los campos estaban más poblados.
En la zona rural de La Tordilla, Córdoba, hay cuatro escuelas rurales que dependen de la Escuela base del pueblo, Margarita Latorre Mercado. Esas cuatro escuelas a las que se accede por caminos de tierra son, de la más añeja a la más joven: la Escuela Cecilia Grierson de Colonia Cabituyo (100 años), la Escuela Juan José Paso de Pozo Salado (91 años), la Escuela Francisco P. Moreno de Colonia Coyunda (90 años), y la Escuela San José de Calasanz de Tordilla Centro (47 años).
En sus aulas, durante 10, 20 y 30 años, las señoritas Laura, Maribelda, Mariela y Ani vieron pasar a decenas de niños que llegaban cada mañana a aprender, a jugar y a crecer.
Las seños de las escuelas de campo
La Seño Laura Galaverna (L), llegó a la escuela de Cabituyo en el año 2003, tras dar clases desde sus comienzos, en 1985, mayormente en escuelas rurales. “Estuve 10 años en la escuela de Cabituyo, desde 2003 hasta 2013, cuando me jubilé. Era personal único, y al último recién nos pusieron una profesora de educación física que venía a varias escuelitas rurales. Antes, yo daba todas las materias y todos los grados, desde jardín”.
La Seño Maribelda Monteresino (M.M) fue maestra rural durante 33 años. “Hice una suplencia en la escuela San José de Calasanz y por un traslado comienzo a trabajar en la escuela Juan José Paso de Pozo Salado, donde estuve 30 años, desde 1993 hasta octubre del año pasado cuando me jubilé. En las dos escuelas rurales anteriores fui maestra de grado, las escuelas eran PC: con personal a cargo, es decir, no era la única maestra, en cambio en Pozo Salado ya entré como Directora y Maestra, desde el principio fui PU: personal único, esa categoría depende de la cantidad de alumnos de la escuela”.
La Seño Mariela Gennaro (M.G) comenzó a trabajar en la escuela de Coyunda a los 21 años: “Me recibí en diciembre del 92 y en marzo del 93 comencé a trabajar en Coyunda. Ingresé a último minuto porque una suplente de esa escuela tuvo un accidente y en ese momento a las suplentes no se les daba licencia si no tenían 6 meses trabajados. Era el fin de semana antes de comenzar las clases, no había chicas en la lista, ni en Arroyito, ni en Balnearia… y la directora de la escuela era Del Valle Francisca de Morales, mi suegra. Yo me acuerdo que ella hablaba por el teléfono fijo con la directora de la escuela base, que era Mercedes Cornejo de Franco, me miró y le dijo: “Acá al lado mío la tengo sentada a Mariela, si ella acepta la podemos poner a ella”. Yo con una sola mirada y una sonrisa le dije que sí, así que comencé ahí, en Coyunda, el 15 de marzo de 1993 y estuve hasta el 1 de mayo de 2022, siempre en la misma escuela de campo. Fueron 29 años”.
La Seño Ani Motta (A) está hace 20 años en la escuela de Tordilla Centro, pero es maestra rural hace más de 30: “Cuando empecé hice suplencias 2 años en diferentes escuelas en el pueblo, en la ciudad y en el campo y después me nombraron en la escuela Francisco P. Moreno de Coyunda y estuve ahí 10 años… eran 20 km de ida y 20 de vuelta. Después llegué acá, a mi escuela, a Tordilla Centro, me queda mucho más cerca, a 8 kilómetros. Cuando empecé había muchos chicos, éramos dos maestras, ahora estoy yo sola”.
Estar solas, la gran responsabilidad
La seño del campo, en general, es la única docente en la escuela, y esa fue la realidad de estas señoritas durante gran parte de su labor educativa. Actualmente, además de una seño, en estas escuelas hay profesores de música, educación física y las distintas asignaturas que forman parte de la Jornada Extendida.
Expoagro (E): ¿La tarea diaria como Directoras y señoritas de escuelas rurales, va más allá del llegar y enseñar?
A: “Si vos no venís, no se abre la escuela, no es como en el pueblo que está la portera, está la directora… acá si no llegás vos…”.
L: “El trabajo es mucho. Vos tenes el trabajo al igual que cualquier otra escuela, si a la escuela de la ciudad le piden ciertos papeles a la escuela rural también se los piden, y cuando sos personal único, recae sobre uno. La municipalidad empezó a enviar a alguien para la limpieza porque si no, hasta la limpieza hacíamos, y después de que los chicos se iban siempre hay que quedarse a acomodar”.
M.M: “La enseñanza rural no solo pasa por lo pedagógico, sino también pasa por lo social, lo afectivo, lo económico… Acá en Pozo Salado no tenemos un pozo de agua buena, entonces dependemos de un tanque subterráneo que la municipalidad llena de agua, pero no es agua potable, entonces la muni también nos traía bidones de agua, entonces aparte de lo pedagógico que es lo primordial, en tu mente está que tenés que tener el depósito subterráneo con agua, el agua para que los chicos tomen, que las luces funcionen bien, que no haya alguna puerta que cierre mal, o vidrio roto, que el pasto esté bien cortado, que tengas a la hora de tomar el desayuno el té, las galletas, que la escuela esté limpia, que los baños estén en condiciones. Hubo niños para los que tuve que recolectar ropa, que cuando llegaban había que calentarles las manos, había que darles una taza de leche porque mamá estaba en el tambo, porque me levanté solo, me vestí poco…”.
El plurigrado y los niños del campo
La escuela rural, en general, tiene dos aulas; cuando los niños son más de 10 se suelen usar las dos, pero si no, están todos juntos en una. ¿Cómo se enseña, de esta forma? El sistema es llamado “plurigrado”, que implica, de base, que los niños de diferentes grados comparten aula, muchas veces pizarrón y, cuando es posible, contenidos.
E: ¿Cómo se dictan las clases con el sistema del plurigrado?
M.M: “Si en Matemáticas trabajamos con número naturales, todos trabajamos con situaciones problemáticas adecuadas al grado, eso facilita mucho la enseñanza, lo mismo pasa con Lengua, para empezar a dar un tema apuntamos a un contenido narrativo que baje a todos y lo vamos complejizando. Hay contenidos como números fraccionarios o análisis sintáctico, que no se lo podés dar a primer ciclo, entonces ese día sí se hace diferenciación de clase”.
Los chicos se adaptan, se acostumbran, dicen las seños. Aprenden a tener paciencia y a esperar, y en el aula se arma una comunidad en la que incluso los mayores colaboran con los más pequeños. Los beneficios son muchos:
L: “A veces por esto, los chicos más chicos saben cosas que ven los más grandes, porque al estar todos juntos escuchan, prestan atención y aprenden. Cuando nos hicieron las encuestas para ver cuánto sabían, eso se vio. Yo tenía uno de primer grado que no le gustaba trabajar en el cuaderno, pero le gustaba mucho Ciencias Naturales, vos le preguntabas algo que yo le había dado a los más grandes y él sabía todo, porque él prestaba atención”.
La escuela y los niños.
E: ¿Qué rol tiene la escuela rural para los niños del campo?
L: “Ir a la escuela para los niños de campo no es solo ir a aprender y a estudiar, es socializar, jugar, venían felices porque en el campo no tienen contacto con otros chicos por ahí, ¿viste?, y les gustaba porque estaban con sus compañeros y no eran de faltar, no les gustaba, los días de lluvia incluso, de alguna forma llegaban”.
A: “La escuela es fundamental como construcción personal. Por eso también organizamos actividades entres las escuelas rurales: la Feria de Ciencias, la Maratón de Lectura. Nos juntamos para las pruebas Aprender, para celebrar el día de la Tradición y también compartimos el acto de fin de año. Es importante para los chicos, más cuando son pocos, porque no solamente enseñamos contenidos sino también a socializar, a estar con otros, la tolerancia, el respeto hacia otras personas, al estar solos o ser poquitos, imaginate…”.
Llegar a la escuela rural
E: ¿Llegar a la escuela es un desafío como maestra rural?
A: “Cuando empieza a llover, siempre me pasa, me agarra una cosa en el pecho de que tengo que llegar a la escuela, tengo que cumplir, y me da miedo no llegar. Ahora tengo el camino enarenado, pero antes hemos hecho dedo para venir cuando llovía mucho, a veces nos dejaban en el camino principal y veníamos caminando hasta la escuela, o veníamos hasta el campo de mi papá, dejábamos el auto y veníamos en el sulky con la otra señorita”.
L: “Tenía 24 km de camino de tierra y el camino se sabía tapar de agua cuando llovía mucho, más de una vez me quedé empantanada…”.
E: ¿Volverían a elegir ser maestras en una escuela rural?
MG: “Lo volvería a hacer, si tuviese que repetir y volver mi vida atrás volvería a ser maestra rural. Fueron los mejores años de mi vida, aprendí muchísimo de la escuela, siempre con grupos de niños muy buenos, muy capaces, que hoy ya son profesionales. Es un orgullo. Y los padres también, siempre tuve el acompañamiento de los padres, de la cooperadora escolar, siempre me sentí muy acompañada que eso es muy importante cuando estás sola en el campo. Era parte de esa comunidad y la comunidad era parte de la escuela. Ojalá las escuelas rurales sigan brindando educación por muchos años más…”.
L: “En mi escuela las familias se involucraban, tenía una hermosa cooperadora, la gente de campo es muy solidaria y los chicos del campo son muy respetuosos, hacen caso… a mí me encantó mucho la escuela rural, fui casi toda mi carrera maestra de escuelas del campo”.
M.M: “Si volviera a nacer lo vuelvo a elegir. Y es verdad que uno da por las escuelas todo lo que puede. Si vos lo tomás con amor y responsabilidad, la escuela es una segunda casa, así como te preocupa tener en orden tu casa, tu familia, tu patio, tu parque, te interesa la escuela… y si no hay que dedicarse a otra cosa”.
Las valientes maestras rurales además de enseñar a leer y a escribir, se ocupan de construir un día a día cálido, lleno de colores, que contiene y les da un suelo fértil de aprendizajes a los niños de nuestros campos.
Las seños lavan las manos y ponen crema cuando el frío es mucho y las manos se paspan. Las seños levantan las persianas, las bajan, borran los pizarrones, calientan el agua para el té y la leche, suben a escaleras y cambian focos, cierran y abren puertas y portones. Las seños pasan miedo porque ante cualquier adversidad están solas, y que los niños se golpeen es el peor temor.
Son muchas las seños que recorrieron y siguen recorriendo los caminos de tierra y se siguen preocupando por llegar a cada escuela, temprano, a la mañana, esté despejado, llueva, o truene.
Por Natalí Ruatta Contigiani
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