El futuro del pistacho está en Argentina

El futuro del pistacho está en Argentina

Desde hace más de 40 años, el iraní Marcelo Ighani, dueño de Pisté, cultiva pistacho al sur de San Juan confirmando, tras años de investigación, el potencial de esas tierras para desarrollar una actividad que promete ser de las más rentables 

En los últimos 5 años, la superficie dedicada a la producción de pistacho en Argentina creció más de un 500%, según un informe del INTA. San Juan es la provincia con mayor superficie cultivada del país, ocupando 6500 hectáreas que representan el 87% del total, y este dato no es casual ya que en el año 1980 un exhaustivo trabajo de investigación realizado por el iraní Marcelo Ighani confirmó que las tierras del sur sanjuanino, junto con las del norte de Mendoza, son las mejores para cultivar el llamado “oro verde”

Marcelo Ighani.

Marcelo Ighani.

De Irán a la tierra del sol

Marcelo Ighani fue quien, con su visión empresarial, mucha paciencia y un espíritu inquieto, abrió el camino para la producción de pistacho en el país. En 1969, con solo 16 años llegó a San Juan junto a sus tres hermanos para estudiar en la universidad, con la intención de volver a Irán una vez obtenido el título, pero eso no sería posible debido a que en 1979 había comenzado la Revolución en esa zona de Oriente. Una vez recibido de arquitecto se destacó con su empresa constructora pero, al mismo tiempo, empezó a incursionar en la agricultura ayudando a su suegro, un importante bodeguero, con el trabajo en los viñedos. Viendo las complicaciones del rubro, comenzó a pensar qué otro cultivo podría ser más rentable. Así, en 1981 cuando su padre exiliado viajó a refugiarse en Argentina, se hizo traer algunas semillas de pistacho desde Irán para investigar si este cultivo podría adaptarse al clima de San Juan, ya que tiene características similares.

A mediados de la década del ’90, Marcelo viaja con dos amigos a California, otro de los polos productivos del codiciado fruto seco, para traer tecnología que les permitiera hacer las primeras plantaciones e instalar un vivero. Para el año ’98, Ighani planta la primera finca, que actualmente es la más antigua que forma parte de Pisté, la empresa familiar que formó para llevar a cabo sus investigaciones y hacer realidad la producción y comercialización de pistacho en tierras cuyanas. “Es la zona por excelencia para producir pistacho. Comparado con las mejores zonas de California, acá sacamos más kilos que ellos con mayor rentabilidad”, dice en un perfecto español pero con un acento que aún delata su origen iraní. Para tener la primera producción de uno de los frutos secos más buscados por el mercado, tuvo que esperar seis años. “El pistacho es algo muy bueno pero a largo tiempo”, dice con la satisfacción de haber confirmado su intuición sobre la aptitud de las tierras para este cultivo. Entre las características que permiten tener un producto de calidad de exportación se destacan el clima, la profundidad del agua, la calidad del suelo, y las horas de frío. El pistacho soporta bajas temperaturas y tolera la salinidad. 

La herencia del pistacho

Actualmente, Marcelo sigue participando en la empresa pero quienes están a cargo es su hija Soledad, encargada de la administración y el vivero, y  su hijo Maximiliano, quien se especializó en Arizona en el manejo de toda la cadena de producción.   

Marcelo Ighani junto a sus tres hijos.

Marcelo Ighani junto a sus tres hijos.

El árbol de pistacho de una plantación productiva puede alcanzar hasta 8 metros y en plena producción llegar a dar un promedio de 15 kilos de frutos por año. Si bien puede estar activo entre 80 y 100 años, el proceso previo para llegar a estos resultados es extenso: “Primero se debe preparar el suelo, lo recomendable es hacerlo entre agosto y diciembre, teniendo en cuenta que el pistacho tiene un sistema radicular muy desarrollado y profundo por lo que le gusta los suelos livianos. Se realiza la plantación, con un sistema de riego por goteo y se espera de 5 a 6 años a que la planta entre en producción, siempre que el clima acompañe y no se produzcan errores que retrasen el proceso. La cosecha es entre febrero y marzo”, explica Maximiliano. 

Además, el sucesor de Ighani afirma que la poda de formación que se realiza todos los inviernos es clave. Esta poda está unida a la cosecha mecánica que se hará a los cinco años aproximadamente, por lo que si no se realiza de forma correcta se tendrán grandes problemas para la cosecha”, dice.

Compartir experiencia para seguir creciendo

Como precursor, Marcelo es un gran referente para todos aquellos que quieren iniciarse en este cultivo, por eso no duda en dar su conocimiento y compartir la experiencia, con sus aciertos y errores, para que la actividad siga creciendo. “Todo lo que hacemos lo compartimos, aunque tengamos 150 mil hectáreas todavía falta un polo para poder producir 10 millones de kilos, por ese motivo nosotros lo hablamos con el corazón abierto a todo el mundo para que puedan producir”, afirma. Hoy en Argentina solo hay cinco productores de pistacho, por lo que “todavía hay mucho por hacer y aprender”.

Una muestra de su generosidad es el Vivero, un espacio donde germinan 250  mil semillas certificadas por año, traídas desde Arizona, que pueden ser adquiridas por futuros productores. “Vendemos una planta variedad UCB1 a la cual se la injerta con yemas de nuestras plantaciones que son variedad Kerman (hembra) y Peters (macho)”, comparte Maximiliano. A su vez, comenta: “Como asesores hacemos mucho hincapié en tomar buenas decisiones desde el principio, por eso acompañamos mucho a los nuevos productores con información y visita a nuestra finca para que aprendan de nuestros errores”.

Recientemente el INTA, luego de sistematizar una década de datos meteorológicos e información fenológica del pistacho, presentó un mapa con la primera zonificación agroclimática de este cultivo. De este informe surge que al sur de San Juan y norte de Mendoza, se sumaron el sur de San Luis y centro-sur de La Pampa como tierras aptas para esta producción. Sin embargo, Maximiliano aclara que “una cosa es la zonificación y otra cosa es prometer rentabilidad. Si bien en el caso de La Pampa el análisis del clima es comparativo con el de San Juan, no son iguales, por eso están dentro del rango pero para saber cuál será el rendimiento habrá que esperar 10 o 15 años, incluso recién en ese momento se podrá saber si se obtiene un pistacho diferencial”. En este sentido, Marcelo enfatiza en la importancia de “cuidar a nuestros empresarios, para que no inviertan en algún lugar que no les da resultados” y opina que es muy prematuro hablar de las nuevas tierras que son aptas porque se necesitan cinco años para empezar a producir y cinco años para hacer el seguimiento”

Según cuentan los productores, el costo de producir un kilo de pistacho desde la siembra hasta la cosecha y la industrialización ronda 1,5 dólar el kilo, mientras que el valor de venta industrializado ronda los 10 a 11 dólares el kilo, precio internacional que se impone debido a la escasez de tierras aptas. Los únicos lugares que cumplen con las condiciones necesarias para desarrollar este mercado son Medio Oriente, California, Australia y Argentina, lo que abre la esperanza para que “en 20 años podamos posicionarnos como el tercer productor de pistacho a nivel mundial”, tal como vaticinan los Ighani. Eso sí, para lograrlo se deberá comenzar a trabajar pensando en los resultados a largo plazo.

Por Paola Papaleo

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