Lavandas, el cultivo que atrae al turismo en las sierras bonaerenses

Desde 1989 Léony Staudt y Bertrand Laxague tienen el cultivo de lavandas orgánicas más grande de Argentina, con el que no solo producen flores deshidratadas y aceite esencial entre otros productos, sino que en los últimos años sumaron visitas guiadas y hospedaje para ofrecer una experiencia completa.
Un recuerdo de niña, una búsqueda por hacer más rentable el campo ganadero heredado de su familia de origen alemán y un alma emprendedora, fueron las puntas de lanza para que Léony Staudt convenciera a su marido Bertrand Laxague, otro emprendedor nato, de comenzar a plantar lavandas. Y no se equivocó.
De chica Léony había escuchado que existían campos de lavanda cerca de Coronel Suárez, donde está ubicado su campo, que producían aceite esencial de lavanda para una famosa colonia de la época. “Se lo comenté a mi marido y en 1989 empezamos a producir lavanda como una actividad anexa a la ganadería, aprovechando que tenemos un clima muy similar al de la Provenza en Francia, uno de los principales lugares donde se cultivan estas plantas”, cuenta.
Si bien al principio fue “prueba y error”, recuerda sobre aquellos primeros años, con el tiempo se fueron asesorando y capacitando y hoy Lavandas de las Sierras cuenta con el cultivo más grande de la Argentina. Pero no es cualquier clase de lavanda, aclara, se trata de la variedad Angustifolia cuyo aceite esencial, a diferencia del producido con lavandín, prácticamente no contiene alcanfor por lo que es utilizado para la perfumería fina como Channel o Dior, entre otros. Además, desde el año 1992, toda la producción cuenta con certificación internacional orgánica.
Entre lavandas y sierras
El campo donde se cultivan las lavandas es la Estancia El Pantanoso, ubicado sobre la ruta 76 a unos 25 kilómetros de Sierra de la Ventana, en la provincia de Buenos Aires. Allí, desde mediados de noviembre hasta mediados de diciembre el paisaje se convierte en un cuadro pintado por la naturaleza que fusiona el violeta de las lavandas con un imponente fondo serrano.
El privilegio de estar en las sierras a casi 500 metros sobre el nivel del mar, con una amplitud térmica que combina días cálidos y noches frescas, “incentiva la producción de aceite esencial en las flores de lavanda”, explica Léony antes de comenzar a contar cómo es el ciclo de este cultivo: “La plantación se realiza en los meses de abril y mayo, las plantas se colocan dejando 60 cm. entre cada una y con un espacio de 1,20 metros entre cada línea para dejar paso al tractor. Nunca plantarlas en campos bajos porque a la lavanda no le gusta tener las “patas” en el agua. En noviembre es cuando comienza la floración. Si bien desde el primer año comienzan a aparecer las primeras flores, es en el tercero cuando la planta ya está en producción. Se corta la flor con el tallo, como un ramo de flores. Se vuelca todo en una media sombra, dando vuelta cada tanto, para orear. Una vez seco se pasa por una despalilladora donde se separa la flor del tallo. Las flores son llevadas a la zaranda para limpiarlas hasta que queden sin nada de tierra, tallos ni hojas. Una vez que se obtiene la flor pura, se embolsa para comercializar en bolsas de 10 kilos, 1 kilo o de 50 gramos”.
Toda esta tarea que hoy parece un poco más sencilla, al principio requirió de la creatividad de Bertrand quien, como ingeniero industrial, se encargó de diseñar cada una de las máquinas que hasta ese entonces no existían en el mercado como la cosechadora de corte lateral, las zarandas, los hornos y secaderos.
De exportación
Durante más de 20 años, se enviaron contenedores enteros de flor lavandas deshidratadas que llegaron a distintos países de América y Europa. La expansión se dio gracias a la participación en diferentes ferias internacionales, primero junto a Promex y luego como parte de la delegación que acompañó a Fundación Exportar. Además, de su producto estrella, también sumaron hierbas aromáticas como romero, estragón francés, romero, salvia, tomillo y otras.
El contexto económico en Argentina, y un incendio en 2018 en la zona que se propagó por el Pantanoso afectando a los cultivos de aromáticas, hizo que la exportación dejara de ser rentable por lo que se abocaron exclusivamente al mercado local, aunque Léony no descarta volver al ruedo si las condiciones resultaran favorables.
Adaptarse sin olvidar los orígenes
La historia de El Pantanoso data de 1930 cuando Ricardo Staudt, tío del padre de Léony, compra la estancia para trabajarla como establecimiento lanar. En sus épocas se llegaron a esquilar 20 mil kilos de vellón que se exportaban a Europa.
Por la década de 1970, cuando comienza a caer el precio de la lana, el padre de Léony es quien cambia la producción a la ganadería vacuna. Durante varios años se dedicaron a la cría de raza Pardo Suizo, compitiendo en Palermo y en exposiciones del interior del país.
Con el objetivo de mejorar la calidad genética del rodeo, cuando Léony toma la administración del campo hace unos 50 años, decide cruzar las vacas Pardas con toros Aberdeen Angus Colorado de gran calidad, obteniendo un plantel que en la actualidad llega a unas mil cabezas. Esta ganadería extensiva convive con agricultura y, por supuesto, los cultivos de lavandas y aromáticas.
Emprender toda la vida
Como sucedió en muchos casos, la pandemia fue para los dueños de Lavandas de las Sierras un momento inspirador para seguir desarrollando su espíritu emprendedor. Así surgió un nuevo proyecto que abrió las puertas de El Pantanoso a todo el que quiera conocer sobre los cultivos de lavandas y alojarse en un verdadero casco de estancia. “Decidimos acomodar para turismo dos casas del casco que en ese momento estaban deshabitadas”, cuenta. La propuesta turística, que se puede consultar en Instagram como @lavandasdelassierras o al whatsapp (+54911) 41472460, incluye el hospedaje en la casa escritorio o en el chalecito (que en otra época había sido la casa del mayordomo) con espacio para unas 7 personas, así como la posibilidad de usar la antigua matera en donde se encuentra la antigua cocina y un fogón enorme donde se pueden asar hasta tres corderos a la vez para 30 personas. Se realizan también visitas guiadas a los cultivos de lavandas con paseos por el casco de la estancia, que finalizan en el shop donde se pueden adquirir productos como flor de lavanda fraccionada, hidrolato (agua floral), aceite esencial, almohadillas anti insomnio, entre otros.
El último desarrollo que tiene muy contento a estos emprendedores es el aceite esencial de lavanda que desarrollan desde hace un año cuando Bertrand compró un destilador industrial. “Hasta ahora habíamos comercializado la flor seca, deshidratada, ahora podemos transformar parte de la flor fresca en aceite esencial”. Esta producción también cuenta con certificación orgánica y se realiza también con romero, eucaliptus, tomillo y salvia. Está destinada al consumidor final por lo que se venden en frascos de 10 cm3 o de medio y un litro, y también al por mayor para prefumistas.
Cuando mira todo el camino recorrido desde aquel momento en que pensó que las lavandas serían una solución para la rentabilidad del campo, Léony admite que nunca llegó a pensar todo lo que se podía hacer, “pero uno se mete en algo y de golpe se va abriendo el espectro”. Y aunque hoy está en una etapa de su vida en la que decide ir más despacio, cuando se le pregunta si están pensando en algo nuevo no puede evitar,, entre risas, admitir: “Bertrand y yo somos emprendedores natos, siempre tenemos un desafío nuevo”.
Por Paola Papaleo
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